La liturgia diaria meditada - El Hijo del hombre se declarará por él ante los ángeles de Dios (Lc 12, 8-12) 15/10



Sábado 15 de Octubre de 2016
Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia
(MO). Blanco.

Martirologio Romano: Memoria de santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que nacida en Ávila, ciudad de España, y agregada a la Orden de los Carmelitas, llegó a ser madre y maestra de una observancia más estrecha, y en su corazón concibió un plan de crecimiento espiritual bajo la forma de una ascensión por grados del alma hacia Dios, pero a causa de la reforma de su Orden hubo de sufrir dificultades, que superó con ánimo esforzado, y compuso libros en los que muestra una sólida doctrina y el fruto de su experiencia . Murió en Alba de Tormes el 4 de octubre de 1582. En 1622 fue proclamada santa y en 1970 el papa Pablo VI la nombró Doctora de la Iglesia.

Antífona de entrada         Sal 41, 2-3
Como la cierva sedienta busca las corrientes de agua, así mi alma suspira por ti, mi Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios viviente.

Oración colecta    
Dios nuestro, que por la acción de tu Espíritu elegiste a santa Teresa de Jesús para mostrar a la Iglesia el camino de la perfección, concédenos alimentarnos siempre con su doctrina espiritual y arder en deseos de verdadera santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas       
Recibe, Señor, estas ofrendas, tú que aceptaste con tanto agrado el homenaje lleno de fervor que te ofreció santa Teresa. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión       Sal 88, 2
Cantaré eternamente el amor del Señor, proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.

Oración después de la comunión
Señor Dios nuestro, que has alimentado a tu familia con el pan del cielo, concédenos que, a ejemplo de santa Teresa, podamos alegrarnos cantando eternamente tus misericordias. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Ef 1, 15-23
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Habiéndome enterado de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos, doy gracias sin cesar por ustedes, recordándolos siempre en mis oraciones. Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Este es el mismo poder que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.
Palabra de Dios.

Comentario
Todo lo que Dios quiere darnos lo ha realizado ya en Cristo: la gloria, la grandeza, la resurrección. Todo esto en Cristo se ha hecho eficaz, porque nos es comunicado y transforma ya hoy nuestra existencia cotidiana.

Sal 8, 2-3a. 4-7
R. Diste dominio a tu Hijo sobre la obra de tus manos.

¡Señor, nuestro Dios, qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Quiero adorar tu majestad sobre el cielo: con la alabanza de los niños y de los más pequeños. R.

Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado: ¿qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo cuides? R.

Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y esplendor; le diste dominio sobre la obra de tus manos, todo lo pusiste bajo sus pies. R.

Aleluya        Jn 15, 26cd. 27a
Aleluya. “El Espíritu de la verdad dará testimonio de mí, y ustedes también serán mis testigos”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Lc 12, 8-12
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. Pero el que no me reconozca delante de los hombres no será reconocido ante los ángeles de Dios. Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo no se le perdonará. Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir”.
Palabra del Señor.

Comentario
El Espíritu Santo es maestro y guía, nos da el discernimiento y la palabra oportuna. Si no oponemos resistencia y nos entregamos al viento del Espíritu Santo, él conducirá nuestra vida y nos llevará a proclamar el nombre de Jesucristo.

Oración introductoria
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.

Petición
Dame la gracia, Señor, de una entrega total de mi vida, sin cálculo ni interés humano, con una confianza sin reservas en Dios.

Meditación 

Dar testimonio de Cristo es arriesgado y lleva muchas veces al martirio, como Cristo anuncia en el evangelio, pero no hay que olvidar la otra cara de la moneda; que si Cristo nos invita a dar testimonio de Él ante los hombres es porque sabe que el mundo está deseando que alguien le anuncie la palabra.

Cristo nos habla de dar testimonio de Él ante los hombres y luego habla del martirio. Está profetizando lo que será la vida de la Iglesia durante los veinte siglos de su existencia, desde la muerte de San Esteban. En el mundo moderno, que tanto alardea de comprensión y tolerancia, la Iglesia sigue ofreciendo a Cristo la sangre caliente y enamorada de quienes no temen morir por él. 

El siglo XX fue el de los millones de mártires. Puede que a nosotros no se nos presente esta ocasión en nuestra vida, ni que el Señor nos pida esta muestra de amor. Pero sí nos pide el martirio que puede suponer día tras día levantarse a la primera y a la misma hora, sonreír cada jornada a esta persona que podemos llegar a no soportar, el callarnos por dentro cada vez que nos venga un juicio negativo sobre esa persona, el seguir poniendo nuestro cariño a pesar de no recibir nada a cambio, el no abandonar el trabajo estipulado por cansancio...y tantas cosas, que son pequeñas espinas que podemos ofrecer a Dios, pequeños martirios que hacen de nosotros «otros cristos» y que son manifestaciones de amor a Dios. 

Conscientes de que el sufrimiento, por grande que sea es pasajero, y el haber sufrido no, el haber sufrido con amor es el sello más hermoso para el alma. No podemos olvidar, que el dolor siempre tiene que estar cargado de esperanza, la cruz por la cruz es inútil, y no lleva más que a la desesperación. Jesús sufrió como nadie, pero resucitó y su sufrimiento no fue inútil, ni estático. Se produjo en un periodo de tiempo limitado, y la respuesta a ese dolor fue la resurrección, el mayor milagro que se ha dado y se dará en toda la eternidad. Por eso, nuestro dolor es efectivo y a parte de producirnos la salvación podemos arrancar del Señor grandes gracias y milagros para nosotros y para nuestros hermanos los hombres.

Pero, ¿quién es el Espíritu Santo? En el Credo profesamos con fe: "Creo en el Espíritu Santo que es Señor y da la vida". La primera verdad a la que nos adherimos en el Credo es que el Espíritu Santo es "Kyrios", Señor. Esto significa que Él es verdaderamente Dios como lo es el Padre y el Hijo, objeto, por nuestra parte, del mismo acto de adoración y glorificación que dirigimos al Padre y al Hijo. El Espíritu Santo, en efecto, es la tercera Persona de la Santísima Trinidad; es el gran don de Cristo Resucitado que abre nuestra mente y nuestro corazón a la fe en Jesús como Hijo enviado por el Padre y que nos guía a la amistad, a la comunión con Dios. 

Pero quisiera detenerme sobre todo en el hecho de que el Espíritu Santo es el manantial inagotable de la vida de Dios en nosotros. El hombre de todos los tiempos y de todos los lugares desea una vida plena y bella, justa y buena, una vida que no esté amenazada por la muerte, sino que madure y crezca hasta su plenitud. 

Propósito
Contestar a llamamiento de Jesús con acciones concretas, a amarlo sobre todas las cosas y a servirle en los hermanos.

Diálogo con Cristo 
Frecuentemente resulta difícil manifestar o defender la propia fe frente a los demás. Un falso respeto humano paraliza y lleva al terrible pecado de la omisión. Reconozco, Señor, mis debilidades y suplico tu gracia pero saber ser fiel a las inspiraciones del Espíritu Santo.

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18:03

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