Yo, Eufemia de Calcedonia,…
hija de la noble Teodora y de su esposo Filofronio, Senador municipal, nací el año 285 en mi querida Ciudad de Calcedonia, perteneciente hoy a Turquía y entonces al extenso imperio Romano, gobernado, en aquel momento desde la lejana Roma por Diocleciano, en cuyo mandato imperial perdí violentamente la vida con sólo dieciocho años, pongo por escrito el testimonio de mi vida y martirio, para gloria de Cristo y estímulo de mis hermanos cristianos.
El ambiente de mi infancia
En mi lengua materna, que es la griega, mi nombre significa “bien hablada”, y recuerdo que debía corresponder a mi modo infantil de expresarme, porque mis balbuceos y comentarios causaban gracia a mi familia y a quienes tenían trato conmigo.
Por la posición económica de mis padres crecí en un ambiente desahogado, de algún lujo, y al mismo tiempo exigente y bastante ordenado, con criados que nos atendían a mí y a los trabajos de la casa y que cuando fui creciendo descubrí que eran esclavos, que no podían disponer de sus personas ni de sus familia y que dependía en todo de la voluntad de sus amos, en este caso mis padres.
Uno de los esclavos se ocupó de mi educación elemental enseñándome a leer, escribir y contar en mi propia casa, pero eran sobre todo mis padres y familiares los que me inculcaban un comportamiento noble y correcto, que me ayudaba a relacionarme con otros niños de familias de nuestro mismo entorno. Me inculcaban también creencias y comportamientos religiosos que atemorizaba mi sensibilidad infantil, en vez de provocarme sentimientos piadosos y generosos. Recuerdo con especial desagrado y aun cierto temor las oscuras ceremonias y los espectáculos crueles en honor de los dioses. Mi corazón entusiasta no encontraba satisfacción en aquello y buscaba a tientas otro sentido para mi vida.
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