Del Vatican Insider
“Al primero que escuché usar la frase ‘pastores con olor a oveja’ fue a monseñor Romero”. Esta revelación la hizo el ex secretario personal del arzobispo de San Salvador. En entrevista con el Vatican Insider, monseñor Jesús Delgado Acevedo, dio detalles poco conocidos en la vida del mártir, asesinado el 24 de marzo de 1980.
¿Qué significa la beatificación para quienes conocieron a Romero?
Para mi es la victoria de la verdad sobre la mentira y el engaño. Por fin la verdad ha visto el rostro en el día en que el Papa firmó el decreto por el cual reconoce que monseñor Romero es un verdadero mártir. Por otro lado el pueblo latinoamericano ya lo había canonizado, le decía San Romero de América, con lo cual se ve que la vox populi sigue siendo una voz de rectitud. Este paso es un éxito enorme con lo cual me siento reconfortado porque se ha conocido finalmente la verdad, porque ha habido mucho engaño y muchas trampas en este proceso que se ha alargado demasiado, dándole más importancia a las circunstancias que a la persona.
Parece que a Romero, sea en vida como después de su muerte le “tiraron de su sotana” de todas las partes políticas de El Salvador, ¿es así?
Ciertamente, podemos decir que desde la izquierda lo manipularon mucho para sus fines políticos y revolucionarios. Monseñor Romero amaba tanto a unos como a otros, él quería la conversión de los ricos ya desde la opción preferencial por los pobres. Pero los otros interpretaban esa opción preferencial como un cañón de batalla con el cual bombardear a los ricos y entonces jalaron su figura por acá y por allá. Una vez leí un artículo según el cual monseñor Romero tenía siete caras, siete rostros que cada quien interpretaba a su modo. Esto confundió mucho a los exponentes del Vaticano que se preguntaban, ¿por dónde va este asunto? Y tenían que investigar más a fondo la situación y la persona de Romero.
¿Cómo era él de verdad?
Como pastor fue una persona amante de su grey, nunca la abandonó, le dijeron por qué no se iba del país cuando lo estaban amenazando y él respondió que los políticos se iban para salvar su vida, pero que él no era político sino pastor, y el pastor debe estar con sus ovejas, tener olor a ovejas. A él fue al primero que le escuché decir esa frase.
¿Él usaba esta frase, como el Papa Francisco?
No es que el Papa Francisco se la haya escuchado a Romero, pero puede ser una feliz coincidencia. Él decía que sus sacerdotes debían oler a oveja y no a pólvora de ametralladora o a perfume de ricos. Lo dijo en una conversación particular. Yo lo acompañaba siempre a esas pláticas. Un hombre así es el prototipo de tantos salvadoreños que quieren entregar su vida para regenerar nuestra sociedad.
¿Él sabía que tenía los días contados?
Sí por supuesto, ya desde que lo eligieron obispo, en 1977. Su elección como arzobispo se pudo concretar gracias a varias personas muy ricas, que le dijeron al nuncio: Lo queremos a él, no al otro porque es comunista. Decían que Romero era un hombre de Iglesia. Pero a los pocos días, cuando él apoyó al padre Rutilio Grande (asesinado ese mismo año), dijeron: Ya no lo queremos, tenemos que quitarlo de algún modo, y entonces pidieron su remoción al nuncio, a los obispos, al Vaticano. Llegaron a advertir: Si ustedes no lo quitan, lo vamos a quitar nosotros. Esperaron tres años, perdieron la paciencia y terminaron matándolo.
En estos 35 años desde la muerte de Romero, ¿han cambiado mucho las cosas en El Salvador?
Vamos avanzando poco a poco, tratando de derrumbar esas barreras que nos separaban antes, en una sociedad casi feudalista hasta principios del siglo XX. Ese miedo que tenían los salvadoreños a expresar sus opiniones monseñor Romero lo rompió y desde entonces nos sentimos más libres de expresar lo que piensa y lo que desea. El Salvador se encamina a una lucha tenaz para que haya más fraternidad, lo que él quiso, más acercamiento entre los sectores opuestos por cuestiones sociales, políticas y económicas. Poco a poco el acercamiento de las diversas clases sociales opuestas hoy se van ya encontrando y existe una mayor cercanía sin aprensiones.
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