Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: Viernes de la 4 a. Semana – Ciclo B

“El rey dijo a la joven: “Pídeme lo que quieras, que te lo doy”. Y le juró: “Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi Reino”. Ella salió a preguntarle a su madre “¿Qué le pido?” La madre le contestó: “La cabeza de Juan el Bautista”. (Mc 6,14-29)


El relato de la muerte del Bautista es bien macabro y más todavía en un ambiente de fiesta real. Un baile de “humor negro” dirían algunos. Pero no deja de ser bien significativo:

Un baile que merece la cabeza de un profeta.

Un baile que se paga con la muerte de una persona.

El baile más caro de la historia.

Un baile que ofrece como postre la cabeza de un hombre y un profeta.


Cuando el corazón está lleno de resentimiento y de rabia todo vale.

Cuando alguien nos dice la verdad, todos los medios valen para quitárnoslo de encima.

Cuando no se quiere escuchar la verdad, la mejor solución es quitarnos de en medio al que nos fastidia.

Cuando alguien nos dice las verdades que no estamos dispuestos a escuchar, ¿qué problema hay en cortarle la lengua?

Tal vez no seamos tan brutos como para ensangrentar una fiesta cortando la cabeza a nadie.

Hoy somos mucho más cultos y refinados.

Hoy le imponemos silencio.

Hoy le mandamos callar.

Hoy le prohibimos escribir o enseñar.

Hoy le retiramos de la circulación.


Resulta interesante que cuando sube al poder un dictador o un totalitarista, lo primero que hace es ordenar el silencio de los medios de comunicación.

Los estatizamos.

Los cerramos.

O simplemente los ponemos en manos de nuestros ayayeros que no nos van a crear problemas ni van a destapar nuestras mentiras y trampas.


En realidad no sé qué pensar:

Si en lo poco que vale una vida.

Porque, con la mayor facilidad pedimos la cabeza del que nos estorba.

Si en lo mucho que vale.

O más bien, me inclino a pensar que, la vida vale mucho, porque es el precio de la verdad.


¡Cuántos han parado en la cárcel, sencillamente por defender la verdad!

¡Cuántos están condenados al silencio, sencillamente por no defender nuestra verdad y tener la libertad de espíritu de hablar claro!


En vez de dar gracias al que nos saca de nuestra mentira y engaño, preferimos hacerle callar.

En vez de escuchar al que nos ayuda a pensar si estaremos en la verdad, preferimos hacerle callar.

En vez de abrirnos a la verdad, venga de donde venga, preferimos hacerle callar.

Y no hay mejor manera de hacerle callar a alguien que, “cortarle la cabeza”.

Y en el colmo de nuestra ceguera y miopía, todavía pedimos nos la entreguen en una bandeja.

Porque hasta en eso somos elegantes.

Hasta en eso somos refinadamente elegantes.

No importa la elegancia del corazón.

Pero sí es importante la elegancia de las apariencias.

‘Monseñor Romero, no se queje, a usted le hicieron callar con elegancia, mientras celebraba misa y predicaba.’

‘P. Ellacuría y compañeros, no se quejen, a ustedes les hicieron callar, en el silencio de una madrugada. ¡Es lindo que a uno le priven de la vida al amanecer!’ ¿No será porque es la mejor señal del amanecer de la verdad?


¡Y mientras tanto, que siga el baile de una bailarina!

¡Y que siga la alegría y la tranquilidad de una adúltera satisfecha!


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo B, Tiempo ordinario Tagged: Juan Bautista, martirio, testimonio
22:27

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