Bocadillos espirituales para vivir el Tiempo Ordinario: La Asunción de María – Ciclo A

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en tu seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” Dijo María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. (Lc 1,39-56)



La Asunción de María. La fiesta de agosto.

La Asunción de María, la fiesta de Dios.

La Asunción de María, la fiesta de cada uno de nosotros.

Fiesta de María, porque es como su resurrección, su Pascua.

Fiesta de Dios, porque celebra a la Madre de su Hijo.

Fiesta nuestra, porque nos marca el camino a donde peregrinamos.


Fiesta de la alegría de la gracia. “Alégrate, llena de gracia”.

Fiesta de la presencia de Dios llenándonos por dentro.

Fiesta del encuentro de Dios con su pequeña criatura.

Fiesta del encuentro de Dios con su pequeña María.

Fiesta del encuentro de Dios y la pequeña María en una plenitud de gracia.


Ya no es el hombre que mira al cielo.

Es Dios que se abaja al encuentro con nuestra naturaleza humana.

Ya no es el hombre el que ora a Dios pidiendo cosas.

Es Dios que se rebaja pidiendo permiso a una tierna jovencita del pueblo.

No es el hombre el que pide a Dios.

Es Dios el que pide a una mujer.

No es el hombre el que expresa la necesidad de Dios.

Es Dios el que expresa la necesidad de un vientre femenino.

No es el hombre el que pide ser Dios.

Es Dios el que pide permiso para ser hombre.


Es Dios al encuentro de lo pequeño.

Es Dios que entra en nuestra humanidad por el camino de los pequeños.

Es Dios que no se impone por la fuerza al hombre.

Es Dios que pide permiso a su criatura.

No es el hombre el que espera la respuesta de Dios.

Es Dios quien espera la respuesta de una virgen.


Dios quiere hacer cosas grandes.

Pero Dios necesita de la colaboración del hombre.

Dios quiera llevar a cabo su encarnación.

Pero Dios necesita del sí de una virgen.

A la hora de su muerte necesitó de un sepulcro prestado por tres días.

A la hora de encarnarse necesitó del vientre de una mujer nueve meses.


Dios comienza a experimentar la historia humana.

María comienza a experimentar la historia de Dios. ¿Cuáles pudieron ser sus sentimientos?

Yo lo llevaba y Él me llevaba a mí.

Yo lo tenía y Él me tenía a mí.

Él iba dentro de mí y yo dentro de Él.

No sé si Él crecía en mí o yo crecía en Él.

Fuera, todo era silencio.

Y dentro, todo era palabra.

Fuera todo era tan sencillo, y dentro todo resultaba tan complicado.

No entiendo a Dios. ¿Por qué ha de buscar siempre lo más pequeño, lo más inútil para llevar a cabo sus cosas?

¿No pudo encontrar una mujer más digna que yo?

¿Será que los más dignos no le sirven al Señor y necesita recurrir siempre a lo inútil? Pensar que la prima de Ain Karen está esperando un hijo… y yo esperando.

Ella, que ya había renunciado a las posibilidades de la maternidad. Yo que nunca había pensado en ser madre.


Hoy, esa mujer virgen sorprendida por Dios, da la sorpresa a Dios al entrar en el cielo.

En la encarnación nadie se enteró.

Hoy, en la Asunción, el cielo entero se viste de fiesta.

En el cielo estaba el Padre y el Hijo.

Pero faltaba la Madre.

El cielo quedó llano con el Padre, el Hijo, el Espíritu y María, la Madre.


Clemente Sobrado C. P.




Archivado en: Ciclo A, Maria, Tiempo ordinario Tagged: asuncion, cielo
23:15

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