“Una vez, estando Jesús en un pueblo, se presentó un hombre lleno de lepra; al ver a Jesús cayó rostro a tierra y le suplicó:
“Señor, si quieres puedes limpiarme”. Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo:
“Quiero, queda limpio”. Y en seguida le dejó la lepra.
Jesús le recomendó que no lo dijera a nadie, y añadió:
“Ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés para que conste”. Se hablaba de él cada vez más, y acudía mucha gente a oírle y a que los curara de sus enfermedades. Pero él Solía retirarse a despoblado para orar”. (Lc 5,12-16)
Me encanta el ver:
Cómo los pobres acuden a Jesús.
Cómo los enfermos acuden a Jesús.
Como los necesitados acuden a Jesús.
Lo cual nos está diciendo que:
Que la gente veía algo especial en él.
Que la gente veía en él a distinto.
Que la gente sentía una atracción especial hacia él.
Da gusto encontrarse con gente que atrae.
Da gusto encontrarse con gente que tiene el imán de la bondad.
Un leproso, un marginado, un excluido, un apestado impedido de vivir con la comunidad.
¿Cuál es su actitud cuando se entera que Jesús está allí?
Primero se le despierta la esperanza.
Segundo, se le despierta la confianza.
Tercero, se atreve a romper con la ley, y se le acerca, cosa prohibida.
Cuanto, un modelo de oración: “Señor, si quieres puedes curarme”.
Varios elementos fundamentales de toda oración:
Una actitud de confianza total.
No exige, lo deja a la voluntad de Jesús.
Hay algo en la verdadera oración: orar es ponernos en la voluntad de Dios.
Así oró Jesús: “Padre, si quieres, pasa de mí este cáliz”.
La oración no es un imponerse a Dios.
La oración es aceptar los planes de Dios.
El “hágase tu voluntad” del Padrenuestro es la clave de la oración.
¿Cuál es la actitud de Jesús?
También Jesús se salta la ley.
La ley prohíbe tocar a los leprosos.
Tocar a un leproso es quedarse legalmente leproso.
Para Jesús, el hombre es más que la ley.
Para Jesús la verdadera religión tiene que tener en cuenta a hombre.
La verdadera ley pasa siempre a través del hombre.
Es el segundo mandamiento, que es igual al primero.
¿Te imaginas a Jesús legalmente leproso?
¿Te imaginas a Jesús que ya no puede andar por los pueblos sino que también él es un marginado impuro?
Cuando se trata de atender a los hombres:
No hay disculpas.
No hay leyes que valgan.
No hay riesgos que temer.
Cuando se trata de los demás, ni nosotros contamos.
Cuando se trata de los demás, lo nuestro se pone a su servicio.
El leprosos nos enseña a tener confianza en Jesús.
Y Jesús nos enseña a valorar al hombre y reincorporarlo a la comunidad.
¿Qué hago yo por los demás?
¿Cuántas disculpas para no crearnos problemas?
¿Quieres llegar a Dios?
El camino y el puente es el hombre necesitado.
Clemente Sobrado C. P.
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