Domingo 3 A – Adviento
Me vais a permitir que vuelva a presentaros unas reflexiones de H. J.M. Nouwen cuando “Al cabo de muchos años, he podido constatar que la trampa más peligrosa en nuestra vida no es el éxito, la popularidad o el poder, sino el autodesprecio”.
Nouwen lo dice de una manera mucho más clara. Personalmente siempre he estado convencido de que “sin un poco de amor propio, podemos terminar siendo basura”. La razón es muy clara:
Se ama aquello que sentimos que vale
Guardamos muy bien, aquello que consideramos de gran valor.
En la Caja Fuerte no guardamos la basura, sino las joyas y los cheques.
La basura la tiramos en los tachos y la dejamos en la puerta a la espera de que pase el carro de la limpieza.
Sin embargo, hay una manera de sentirse menos, cuando de por medio está Dios.
Juan se valora en relación a Jesús.
Juan se valora contemplando a Jesús.
Juan reconocer que no da la talla de Jesús.
No es sentirse menos. Es verse en su verdad.
Si tú no te valoras, estás pecando contra ti mismo, porque no te valoras en lo que eres.
Si tú no te valoras, estás pecando contra Dios, que nunca se dedicó a hacer basura.
Si tú no te valoras, estás pecando contra la esperanza, porque no esperas ya nada de ti.
Si tú no te valoras, estás pecando contra el amor, porque no serás capaz de amarte nunca.
Si tú no te valoras, tampoco valorarás a los demás.
Si tú no te valoras, tampoco amarás adecuadamente a los demás.
Si tú no te valoras, nunca vivirás a gusto tu vida. Te aguantarás. Te resignarás.
Si tú no te valoras, nunca serás agradecido a Dios por el don de tu vida, porque vivirás resentido con El.
Si tú no te valoras, corres el peligro de ser un resentido social, porque te considerarás menos que los demás.
Si tú no te valoras, no te dirá nada la encarnación de Jesús.
Si tú no te valoras, nunca sabrás leer el amor que Dios te reveló en la Cruz.
Valorarse uno a sí mismo, no es orgullo ni vanidad. Es vivir en la verdad.
Valorarse uno a sí mismo, no es soberbia. Es vivir agradecido a Dios.
Valorarse uno a si mismo, no es autosuficiencia. Esa reconocer la obra de Dios ti.
Valorarse uno a sí mismo, es sentir la voz de Dios que complacido dice “y vio Dios que era muy bueno”.
Valorarse uno a sí mismo, es escuchar la voz de Dios que cada día nos dice: “tú eres mi hijo, el amado”.
La autoestima es el mejor camino:
Para amarse uno a sí mismo.
Para sentirse uno a gusto consigo mismo.
Para sentir ganas de seguir viviendo.
Para sentir ganas de seguir luchando en la vida.
El autodesprecio es:
Sentir que no eres nada.
Sentir que no vales nada.
Sentir que no sirves para nada.
Sentir que no eres importante para nadie.
Vivir no es lo mismo que existir. El que se autodevalúa a sí mismo, existe, pero no vive.
Vivir es sentir la vida por dentro.
Vivir es sentir el aliento y el gusto de ser.
Vivir es sentir la alegría de la vida.
Despreciar a alguien, es matarlo en vida.
Despreciar a alguien, es negarle el derecho a la felicidad consigo mismo.
Despreciar a alguien, es no reconocerle como don de Dios.
Despreciar a alguien, cerrarle las puertas a la esperanza.
Despreciar a alguien, es decirle a Dios que se equivocó con él.
Despreciar a alguien, es dejar de amarlo.
Eres más de lo que piensas.
Vales más de cuanto tú te valoras.
Eres, no lo que los demás piensan de ti, sino lo que Dios piensa de ti.
Y por más que te creas poca cosa, eres algo maravilloso para Dios.
Por eso: Dios cree en ti. Dios tiene fe en ti.
Y por eso te ama. Y Dios tampoco ama la basura.
Y por eso Dios es capaz de encarnar a su Hijo por ti.
Una pregunta de amigo: ¿Verdad que muchas veces te has confesado de tu autosuficiencia? Pero ¿alguna vez te has confesado de tu autodesprecio?
Tu hermano, un hombre con esperanza
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Adviento, Ciclo A Tagged: amor, autoestima, desprecio, dignidad
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