Discutían ayer, en una agitada tertulia radiofónica, sobre el mejor modo de celebrar la Navidad. De pronto uno propuso la siguiente cuestión:
―¿Es posible celebrarla en familia sin armar gresca?
A partir de ese momento todos estuvieron graciosísimos. Hablaron de la cuñada impertinente, de la suegra beoda, del volumen de voz que aumenta con el correr de las horas y del whisky, de las broncas etílicas a las tres de la madrugada…
¡Cómo disfrutaban los contertulios preparándose para la batalla campal de la Nochebuena!
Como también intervenían los oyentes, por una vez intenté entrar en antena. No fue posible. Se conoce que la centralita estaba colapsada.
―¿Y qué habrías dicho?
―Muy sencillo, querido Kloster; que, para no pelearse esa noche basta con celebrar la Navidad y sólo la Navidad. La cena puede ser estupenda y también el vino; pero si nos centramos en Belén y nos preside el Nacimiento, las broncas huirán hacia Carnaval.
―Si dices eso, les hundes el programa.
Publicar un comentario