“Cuando bajaban de la montaña, los discípulos preguntaron a Jesús: “¿Por qué dicen los escribas que primero tiene que venir Elías?” El les contestó: “Elías vendrá y lo renovará todo. Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo. Así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”.
(Mt 17,10-13)
Jesús vivió muchas experiencias dolorosas.
No hay peor experiencia que “esperar a alguien y no reconocerle cuando llegue”.
Entre los judías había esa tradición y mentalidad de que, antes y como anuncio del Mesías, volvería el profeta Elías.
A veces vivimos esclavos de los nombres.
Estando en el Lago Rimachi, un Jefe Candoci se nos acercó y la pidió a la Madre Rosario unas medicinas. Pero tenían que ser como las del año anterior.
Y vaya lío. La Madre le ofrecía las mismísimas.
Pero la caja tenía otro color.
Y no había posibilidad de convencer al buen hombre que las llevase.
La culpa: el color del envoltorio.
También Elías vino.
Pero cambió de nombre.
Ahora se llamaría “Juan el Bautista”.
Y la gente y los escribas no le reconocen.
Y siguen esperando.
Lo dice Jesús: “Pero os digo que Elías ya ha venido y no lo reconocieron, sino que lo trataron a su antojo”.
Y lo peor: así como no reconocieron a Juan tampoco le reconocerán a él a quien Juan anunció.
Y Jesús seguirá también la misma suerte “así también el Hijo del hombre va a padecer a manos de ellos”.
Como no reconocieron a Juan, no escucharon a Juan.
Como tampoco reconocerán a Jesús, tampoco escucharán a Jesús.
Como no reconocieron a Juan, lo metieron a la cárcel y lo mataron.
Como no reconocerán a Jesús, lo apresarán y lo condenarán “a padecer a manos de ellos”.
Es doloroso que a uno no le reconozcan, sencillamente porque no responde a la idea que ellos tienen.
El color de la caja condenó y rezó las medicinas.
Con frecuencia valoramos o devaluamos a la gente porque no es como nosotros quisiéramos:
No piensa como nosotros quisiéramos.
No actúa como nosotros quisiéramos.
No habla como nosotros quisiéramos.
Tiene gustos distintos a los nuestros.
Y vienen los líos y problemas:
No aceptamos al nuevo Papa, porque tiene otra teología.
Ese no es.
No acepamos al nuevo Obispo, porque es de otra línea pastoral.
Ese no es.
No aceptamos al nuevo Párroco, porque es de otra línea.
No acepto ya a mi marido, porque ha cambiado mucho.
No acepto ya a mi esposa, porque no es la que yo pensaba.
Y ahí vienen todos los problemas.
Vienen todas las exclusiones.
Viene la ausencia y participación en la Iglesia.
Viene el divorcio y la ruptura de la pareja.
Señor: que te reconozcamos cuando llegues.
Señor: que sepa reconocer a los demás como son.
Señor: que acepte a los demás aunque sea diferentes.
Clemente Sobrado C. P.
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