“Dijo Jesús a sus apóstoles: “No os fiéis de la gente, porque os entregarán a en las sinagogas, os harán comparecer ante gobernantes y reyes por mi causa; así daréis testimonio ante ellos y ante los gentiles”. (Mt 10, 17-22)
Ayer era la fiesta del recién nacido.
Hoy es la fiesta de San Esteban, testigo del nacido.
Ayer celebrábamos la alegría del Dios hecho hombre.
Hoy celebramos la fiesta del hombre que da su vida por Dios.
Ayer hablábamos de cómo recibíamos los hombres a Dios:
“ni lo conocieron”,
“ni lo recibieron”.
Hoy hablamos cómo los hombres no reconocen al que le sigue.
Hoy hablamos cómo los hombres no reciben a los creyentes en El.
Esteban es el primero en sellar con su sangre:
Al Dios encarnado como hombre.
Al Dios que nos ama tanto que entrega a su hijo.
Al Dios que dio su vida por nosotros.
Esteban y Navidad parecen un contraste:
La vida que nace.
La vida que muere.
Dios que viene al hombre.
El hombre que va a Dios.
El niño del pesebre cumple la promesa de los profetas.
Esteban cumple la predicación del nacido ayer.
Ambos cumplen la voluntad y plan de Dios.
El Niño de ayer es el testimonio vivo del amor de Dios.
Esteban es el testigo y testimonio “ante reyes, gobernantes, por su causa”.
“Testimonio ante ellos y ante los gentiles”.
Al Niño de ayer no le recibieron.
Y no se quejó ni lamentó.
Esteban entregando su vida tampoco se quejará.
El Niño que nació ayer no dijo nada.
Esteban “no seréis vosotros los que habléis, el Espíritu de vuestro Padre hablará por vosotros”.
Dos testigos de Dios:
El Niño que se hace uno de nosotros.
Esteba que deja que le maten mientras contempla a Jesús en el cielo.
Testimonio doble.
Los caminos siempre son libres.
Testimonio de un niño.
Testimonio de un adulto.
Testimonio en la pobreza de un pesebre.
Testimonio en el odio de quienes le apedrean.
Todos podemos testimoniar el reino de Dios.
Lo pueden testimoniar los niños.
También los adultos.
Un niño que nace por amor.
Un adulto que muere por amor.
Señor: Hazme Navidad de nueva vida.
Señor: Hazme testigo de tu amor.
Señor: Que pueda reconocerte en un pesebre.
Señor: Que te reconozca en quien entrega su vida a pedradas.
Clemente Sobrado C. P.
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