Octava de Navidad 3 2013



El Personaje central de la Nochebuena es, obviamente, el Niño de Belén. Por el Niño de Belén, la Santísima Trinidad creó a la Virgen Inmaculada para que fuera su Madre. Por el Niño de Belén, la Santísima Trinidad creó el universo visible y el invisible; por el Niño de Belén, fueron hechas todas las cosas que existen, y sin Él, nada fue hecho; por este Niño, el Niño de Belén, toda la tierra, toda la humanidad, y todo el cielo, estuvieron expectantes, esperando su Nacimiento virginal, y cuando Él nació, al tiempo se le comenzó a llamar “plenitud de los tiempos” o “tiempos perfectos”, porque Él les dio la perfección al nacer; por el Niño de Belén, toda la tierra y toda la humanidad, y todo el cielo, espera su Segunda Venida en la gloria; por el Niño de Belén, fueron derrotados los enemigos mortales del hombre: el demonio, el pecado y la muerte, y por el Niño de Belén recibieron los hombres el don de la vida eterna, cuando este Niño, ya adulto, subió a la Cruz y abriendo sus brazos, tal como lo hiciera antes en el Pesebre de Belén, derrotó para siempre al Infierno y a la muerte y abrió para la humanidad entera las Puertas del Reino de los cielos; por el Niño del Pesebre, nacido en Belén, que significa “Casa de Pan”, los hombres habrían de alimentarse con un manjar substancial, exquisito, venido del cielo, el Pan Vivo bajado del cielo, el Pan de Vida eterna, el Cuerpo resucitado y glorioso del Niño de Belén, surgido de las entrañas del Nuevo Belén, el altar eucarístico; por el Niño de Belén, los hombres, viviendo aún en este mundo, inmerso en “tinieblas y en sombras de muerte”, y llamado “valle de lágrimas” a causa de las continuas tribulaciones de esta vida, tendrían un refrigerio que aliviaría su Hambre de Dios, tendrían un anticipo de la felicidad del Reino de los cielos, que compensaría con creces las amarguras de esta vida; por este Niño de Belén, los hombres adquirirían la fuerza misma de Dios para llevar la Cruz por el Camino que conduce al cielo, y todo esto lo tendrían al alimentarse del Cuerpo glorioso y resucitado del Niño de Belén, que continúa y prolonga su Encarnación y Nacimiento, su Pasión y Resurrección, en la Santa Misa, donando en cada Eucaristía su Cuerpo, su Sangre, su Alma, su Divinidad y su Amor Divino.



¿Por qué toda esta conmoción, por el Niño de Belén? ¿Por qué todo el universo visble e invisible gira alrededor del Niño de Belén?


Porque este Niño no es un niño más; este Niño es el Niño Dios, que abre sus bracitos en el Pesebre para continuar luego abriéndolos en la Cruz; este Niño es el Niño Dios, que viene del Padre, desde el seno eterno de Dios Padre, y se encarna en el seno virgen de María para nacer, por obra y gracia del Espíritu Santo, en Belén, Casa de Pan, para así prolongar su Encarnación y Nacimiento en el seno virgen de la Iglesia, por obra y gracia del mismo Espíritu Santo, en la Nueva Casa de Pan, el altar eucarístico, para donarse como Pan de Vida eterna, como Carne de Cordero asada en el Fuego del Espíritu Santo, como Vino de la Alianza Nueva y Eterna, su Sangre derramada en la Cruz y recogida en la Santa Misa, en el cáliz del sacerdote ministerial. El Niño de Belén, que abre sus bracitos de Niño en el Pesebre, pidiendo ser abrazado y recibir el Amor de los hombres, es el mismo Niño que, como Hombre-Dios, continúa abriendo sus brazos en la Cruz del altar, para abrazar a todos los hombres y donarles el Amor Divino, para conducirlos al Reino de los cielos, el seno eterno del Padre, de donde Él procede.



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