Este es un mundo poblado de monasterios. Cualquiera que realice una cartografía del mundo monástico, comprobará que no resulta fácil recorrer todas las islas benedictinas del mundo. Islas benedictinas, ciscercienses, trapenses, premonstratenses, cartujanas y otras.
Qué diferente es el tiempo dentro de esas islas. No sólo el paso del tiempo en algunas de ellas parece llenarse de densidad, sino que además en algunas parece que la Edad Media se hubiera congelado en ellas.
Yo siempre he querido que mi piso fuese mi pequeña abadía. El problema es que los ruidos del mundo habitan en mi espíritu. Dios introduce su gracia, pero soy un odre agujereado. Como la hemorroísa, pierdo la vida.
Pero sigo mi peregrinación hacia mi curación. Peregrinación cuyo destino no está en un lugar de la tierra, sino en el Misterio de Dios.
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