El regreso a Madrid ha sido plácido gracias al aire acondicionado del coche y a las canciones que me acompañaban; pero, al salir del automóvil en Vallecas, el aire abrasador recién llegado de África ha estado a punto de dejarme fuera de combate.
--Total, son sólo 37 grados --me dice Aurelio--. Y es un calor seco.
Pero ni los pájaros ni yo estamos de acuerdo. Los pájaros se han ido de copas y yo me he dado una ducha de agua fría, fría, antes de celebrar la Santa Misa.
He ofrecido la Misa por Paco, el primo de nuestra "Lady Kaos". Y, mientras rezaba por él, he recordado a otras cuatro o cinco personas que también pusieron fin a su vida voluntariamente y que, ahora estoy seguro, gozan de la felicidad eterna. Dios permitió que realizaran un acto terrible; pero su voluntad estaba tan condicionada por un dolor inmenso, que difícilmente se les puede considerar responsables.
¡Ánimo, amiga! Sigamos rezando por Paco, pero seguro que Dios no lo ha dejado de su mano.
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