La liturgia diaria meditada - Le siguieron muchos y los curó a todos (Mt 12,14-21) 21/07



Sábado 21 de Julio de 2018
De la feria. Verde.
San Lorenzo de Brindis, pbro. y Doctor. Blanco..

Lorenzo nació en Brindis (Italia) en 1559. Fue un fraile capuchino que se destacó en el estudio de las Sagradas Escrituras. Sobre la base de estas, predicó por toda Italia, buscando la conversión de los pecadores, hablando con sencillez y libertad. Fue Ministro general de la Orden y, durante ese periodo, surgieron numerosas vocaciones franciscanas por toda Europa. Falleció en Lisboa en el año 1619.

Antífona de entrada          Cf. Sal 16, 15
Por tu justicia, yo contemplaré tu rostro, y al despertar me saciaré de tu presencia.

Oración colecta     
Señor Dios, que iluminas a los extraviados con la luz de tu verdad, para que puedan volver al buen camino; danos, a quienes hacemos profesión de cristianos, la gracia de rechazar todo lo que se opone a este nombre y comprometernos con todas sus exigencias. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:           de san Lorenzo
Dios nuestro, que para gloria de tu nombre y salvación de las almas otorgaste al presbítero san Lorenzo de Brindis, el espíritu de sabiduría y de fortaleza; concédenos, en ese mismo espíritu, conocer lo que debemos hacer y, por su intercesión llevarlo a la práctica. Por nuestro Señor Jesucristo…

Oración sobre las ofrendas        
Señor y Dios nuestro, mira con bondad los dones de tu Iglesia en oración y concede que, al recibirlos, se acreciente la santidad de los creyentes. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Cf. Jn 6, 56
Dice el Señor: “Él que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Oración después de la comunión
Alimentados con esta eucaristía, te pedimos, Padre, que por la celebración frecuente de este misterio crezca en nosotros el fruto de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.


Lectura        Miq 2, 1-5
Lectura de la profecía de Miqueas.
¡Ay de los que proyectan iniquidades y traman el mal durante la noche! Al despuntar el día, lo realizan, porque tienen el poder en su mano. Codician campos y los arrebatan, casas, y se apoderan de ellas; oprimen al dueño y a su casa, al propietario y a su herencia. Por eso, así habla el Señor: Yo proyecto contra esta gente una desgracia tal que ustedes no podrán apartar el cuello, ni andar con la cabeza erguida, porque será un tiempo de desgracia. Aquel día, se proferirá contra ustedes una sátira y se entonará esta lamentación: “Hemos sido completamente devastados; ¡lo que le corresponde a mi pueblo se lo entregan a otros! ¿Cómo me lo quitan a mí, y distribuyen nuestros campos entre los que nos llevan cautivos?”. Por eso, no tendrás a nadie que arroje la cuerda para medirte un lote, en la asamblea del Señor.
Palabra de Dios.

Comentario
La lamentación expresa la tristeza de Dios ante aquellos que son incapaces de amar al prójimo. Y al mismo tiempo, este ¡ay! tiene un sentido revelador: la maldad y el egoísmo sólo traerán dolor e infortunio. Esta denuncia pronunciada sobre usurpadores y codiciosos sigue y nos interpela para que hoy sigamos siendo profetas de Dios ante corruptos y aprovechadores.

Sal 9, 1-4. 7-8. 14
R. ¡No te olvides de tus pobres, Señor!

¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te ocultas en los momentos de peligro? El pobre se consume por la soberbia del malvado y queda envuelto en las intrigas tramadas contra él. R.

Porque el malvado se jacta de su ambición, el codicioso blasfema y menosprecia al Señor; el impío exclama en el colmo de su arrogancia: “No hay ningún Dios que me pida cuenta”. R.

Su boca está llena de maldiciones, de engaños y de violencias; detrás de sus palabras hay malicia y opresión; se pone al acecho en los poblados y mata al inocente en lugares ocultos. R.

Pero tú lo estás viendo: Tú consideras los trabajos y el dolor, para tomarlos en tus propias manos. El débil se encomienda a ti; tú eres el protector del huérfano. R.

Aleluya        2Cor 5, 19
Aleluya. Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.

Evangelio     Mt 12, 14-21
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Los fariseos se confabularon para buscar la forma de acabar con Jesús. Al enterarse de esto, Jesús se alejó de allí. Grandes multitudes lo siguieron, y los sanó a todos. Pero él les ordenó severamente que no lo dieran a conocer, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías: “Este es mi servidor, a quien elegí, mi muy querido, en quien tengo puesta mi predilección. Derramaré mi Espíritu sobre él y anunciará la justicia a las naciones. No discutirá ni gritará, y nadie oirá su voz en las plazas. No quebrará la caña doblada y no apagará la mecha humeante, hasta que haga triunfar la justicia; y las naciones pondrán la esperanza en su Nombre”.
Palabra del Señor.

Comentario
El evangelio toma el poema escrito por el profeta Isaías, sobre el servidor de Yavé, y aplica estas palabras a Jesús. Jesús es el hombre rechazado e incomprendido por las personas religiosas, siendo que en él reposa el Espíritu de Dios. En esta paradoja se revela la misión de Jesús: él viene lleno del Espíritu y sólo podrán reconocer su presencia aquellos que viven movidos por el Espíritu.

Oración introductoria
Señor, qué grande es tu sabiduría y amor. Humildemente te retiras porque no era el tiempo, para quienes te perseguían, de conocer tu verdad. Yo creo, espero y te amo, por eso pongo en Ti toda mi esperanza. Confío en que ilumines mi oración para que, por medio de ella, te ame más, porque Tú eres digno de ser amado sobre todas las cosas.

Petición
Señor, haz que busque no tanto decir, sino ser un evangelizador auténtico.

Meditación 

Hoy encontramos un doble mensaje. Por un lado, Jesús nos llama con una bella invitación a seguirlo: «Le siguieron muchos y los curó a todos» (Mt 12,15). Si le seguimos encontraremos remedio a las dificultades del camino, como se nos recordaba hace poco: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso» (Mt 11,28). Por otro lado, se nos muestra el valor del amor manso: «No disputará ni gritará» (Mt 12,19).

Él sabe que estamos agobiados y cansados por el peso de nuestras debilidades físicas y de carácter... y por esta cruz inesperada que nos ha visitado con toda su crudeza, por las desavenencias, los desengaños, las tristezas. De hecho, «se confabularon contra Él para ver cómo eliminarle» (Mt 12,14). y... nosotros que sabemos que el discípulo no es más que el maestro (cf. Mt 10,24), hemos de ser conscientes de que también tendremos que sufrir incomprensión y persecución.

Todo ello constituye un fajo que pesa encima de nosotros, un fardo que nos doblega. Y sentimos como si Jesús nos dijera: «Deja tu fardo a mis pies, yo me ocuparé de él; dame este peso que te agobia, yo te lo llevaré; descárgate de tus preocupaciones y dámelas a mí...».

Es curioso: Jesús nos invita a dejar nuestro peso, pero nos ofrece otro: su yugo, con la promesa, eso sí, de que es suave y ligero. Nos quiere enseñar que no podemos ir por el mundo sin ningún peso. Una carga u otra la hemos de llevar. Pero que no sea nuestro fardo lleno de materialidad; que sea su peso que no agobia.

La irritación de los fariseos había llegado a su extremo. No podían tolerar más que ese hombre, como lo llamaban despectivamente, siguiera diciendo las cosas que decía. Y en ello no podemos no encontrar el misterio de la soberbia humana que ante la hermosura de Dios es capaz de encerrarse y no ver lo que la inteligencia logra tocar tan claramente.

Y sin embargo los fariseos, que representan nuestra parte más horriblemente egoísta, se cerraron a las entrañas de amor de Dios. No seamos como ellos, intentemos sólo aplicar los oídos del alma al Corazón de Cristo y aprender el amor del Padre en Él, para ser dignos hijos de Aquel que nos hizo suyos por el bautismo y la gracia. Recordémoslo, también nosotros somos hijos de Dios.

Propósito
Ahora que hemos intuido cuál es su modo de obrar, iniciemos en nuestra vida los cambios necesarios para actuar como Cristo nos pide. 

Diálogo con Cristo 
Jesucristo, Tú siempre curas, física y espiritualmente, a quien se acerca. Para Ti lo importante es curar el alma, pero sabiendo de nuestras limitaciones humanas, también curas lo exterior. Lo único que pides es una muestra pequeña de fe y esperanza. Por intercesión de tu Madre, quiero colaborar en llevar este mensaje a los demás, especialmente a mi familia. Que la extensión de tu Reino sea el ideal que inspire, estimule, dirija y conforme mi vida.

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