Monseñor Guerra Campos, ora pro nobis



Me encanta quebrantar la ley cuando esta todavía no se ha aprobado. Ya se entenderá al final del post a qué me refiero. Después tendré que obedecerla, porque no me gusta pagar multas.

He seguido escuchando la voz inimitable de ese gigante que fue el obispo de Cuenca, monseñor Guerra Campos. Un detalle que no mencioné ayer es que, aunque sus charlas no son largas, duran menos de una hora (charlas, no sermones) se nota que sinceramente pide perdón por alargarse. Ese es un detalle que se nota que lo dice en cada charla sintiéndolo de verdad. ¡Pedir perdón por alargarse en una conferencia cargada de datos, perfectamente estructurada y dotada de una rara hondura teológica! Acostumbrados como estamos a oradores fatuos que se alargan sin ningún pudor sin decir otra cosa que generalidades, me quedo sorprendido de esta humildad. ¿¡Siente alargarse!? ¡Pero si queremos que siga más rato!

Siempre pasa lo mismo, es inacabable el conferenciante tedioso. Cuanta menos calidad tiene una conferencia, dad por seguro que se alargará más. Y, por el contrario, el que tiene palabras de oro siente alargarse.

Pero no es ya el contenido, sino su tono. Las palabras de este obispo tienen una musicalidad que es una delicia escucharle. Su tono es inimitable. Es el tono de los santos. O eres así o no puedes hablar así.

Las charlas son sobre el régimen de Franco. He aprovechado aquí para hablar del tema, porque, como ya he dicho otras veces, en pocos años acabará aprobándose una ley que prohíba defender las bondades de ese régimen. Y yo estaré totalmente a favor esa ley. Porque ese régimen hizo tanto daño a poder del infierno sobre este país, que no me extraña que el Diablo le siga odiando con toda su saña casi medio siglo después y, si pudiera, querría borrar hasta la memoria de su existencia.

Así que una ley de imposición de la verdad sobre el régimen de Franco criminalizando cualquier disenso tiene todo mi apoyo, porque me parece totalmente razonable. España está moralmente ya dispuesta para una ley así. Esa ley será el mayor homenaje que se podrá hacer al régimen cristiano nacido de la última cruzada que ha visto Occidente. Si el demonio odia tanto a Franco como para emanar una ley como esa, cualquier elogio a ese tiempo histórico resulta superfluo.

Acabo con las palabras de Juan XXIII, cuando ya llegaban a sus oídos tantas quejas de curas (que después se secularizaron) sobre la cabeza de ese régimen confesional. El Papa, en 1960, le dijo al vicario apostólico Fernando Poo: Franco da leyes católicas, ayuda a la Iglesia, es buen católico, ¿qué más se puede pedir?

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09:28

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