La paz a través del perdón ha sido el eje del viaje apostólico del Papa Francisco a Colombia, del 6 al 10 de septiembre. Un perdón que no es desmemoria, como atestigua la imagen del Cristo de Bojayá, mutilada en un combate entre las FARC y los paramilitares, en mayo de 2002. La población civil se había refugiado en el templo de esa localidad y las FARC lanzaron al interior una bomba que causó un centenar de víctimas mortales, 48 de ellas niños.
Ante esa imagen, el 8 de septiembre, Francisco presidió el encuentro de Oración por la Reconciliación Nacional, en la localidad de Villavicencio: “Cristo roto y amputado, para nosotros es ‘más Cristo’ aún, porque nos muestra una vez más que Él vino para sufrir por su pueblo y con su pueblo, y para enseñarnos también que el odio no tiene la última palabra, que el amor es más fuerte que la muerte y la violencia”.
“Resulta difícil –añadió– aceptar el cambio de quienes apelaron a la violencia cruel para promover sus fines, para proteger negocios ilícitos y enriquecerse, o para, engañosamente, creer estar defendiendo la vida de sus hermanos. Ciertamente es un reto para cada uno de nosotros confiar en que se pueda dar un paso adelante por parte de aquellos que infligieron sufrimiento a comunidades y a un país entero”.
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