Venezuela: Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor


Nunca me imaginé que Maduro pudiera resistir tanto. Por primera vez, he sentido la dentellada de la desesperanza. Si Dios existe, entonces el final de su tiranía depende del Señor. Si esa hora está escrita en un designio divino, su final puede ser tan sorpresivo, tan impresionante y tan cercano.

Venezolanos, recordad el Telón de Acero. No mostraba grieta alguna, seguía tan férreo como siempre. Cuando se comenzó a derrumbar, cayó como un castillo de naipes. El impresionante muro de hierro pasó a ser como el vulgar telón de una obra de teatro. Cuando las estructuras empezaron a crujir, todo acabó en el suelo tan rápidamente. No nos lo podíamos creer.

Recordad también el día de la victoria, el día en que el III Reich firmó su rendición incondicional. Qué negros fueron los días de la lucha. Qué horribles fueron los días de la represión, de la tortura, de la prisión sin esperanza.

¿Aquellos presos atisbaron los bailes, las risas alegres, las calles llenas de felicidad de unos años después?

Maduro saca la policía a la calle para contener al Pueblo. El 8 de mayo de 1945, la policía de Londres también tuvo que formar cordones de agentes para contener a la gente. Pero contenían al Pueblo que feliz que vitoreaba al Gobierno mientras iba a la Abadía de Westminster a un servicio de acción de gracias.

Es muy distinto contener al Pueblo con disparos como Maduro, a contener a los londinenses que aplaudían, vitoreaban y lloraban de alegría: ¡el día había llegado! El día por el que tanto se había orado. El día que pareció no llegar nunca.

He visto las filmaciones: los ministros saludan sonrientes en su camino hacia la iglesia, la gente les aclama, la policía está encantada de tener que agarrarse por los codos para contener al pueblo feliz. La libertad y la dictadura habían luchado… y el Bien había prevalecido.

La derrota fue total

La ignominia fue total

El deshonor fue total

No hubo la más mínima brizna de dignidad en el día de la rendición. Sólo orgullo y soberbia en el rostro del mariscal Keitel. Ni se le pasó por la imaginación que un tiempo después, tras ser juzgado, colgaría de una soga por el cuello, literalmente.

No se ve grieta alguna en ese Leviatán que es todo un régimen. Pero, de pronto, ese coloso de Mal alzará la cabeza como herido por un rayo divino en la espalda y se caerá al suelo de un modo épico que hará trepidar el suelo.

Mis ojos han visto la gloria de la venida del Señor:
Está aplastando la viña donde se guardan las uvas de la ira;
Ha liberado el fatídico rayo de su terrible y rápida espada:
Su verdad está en marcha.

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17:45

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