Estamos sufriendo -aunque no lo queramos, que no lo queremos; pero se nos impone por la mera fuerza de las leyes inhumanas que nuestros embrutecidos legisladores nos regalan-, toda una brutal violencia, inimaginable hace apenas 25 o 30 años.
Violencia, que no solo no es ningún eufemismo ni mera exageración, sino que es la desnuda realidad, porque llega hasta matar y matarnos. Aborto y eutanasia están al orden del día. Y hasta llegar ahí, los espectáculos, día sí y día también, de padres pegándose en partidos de fútbol de sus hijos; de chicas pegándose en la calle mientras los compañeros de clase gritan “¡mátala, mátala!"; la misma “violencia de género” -la genere el hombre, la mujer, o el “neutro” de guardia- y que no puede sustraerse a lo que es: violencia…
Pero mucha más violencia, porque no es “física” sino MORAL -y precisamente por eso es más destructiva-, hay y se genera cuando se “educa” -¡qué sarcasmo y que burla para alumnos y padres!- para que los crí@s con 12 años estén ya enganchados en la bebida, en la droga y en el sexo; o cuando se genera -y se financia con dinero público- toda una mentalidad que lleva a ir unos ciudadanos contra otros, a enfrentar unas regiones contra otras, y unas instancias ciudadanas contra otras…
Para más inri, el código penal que nos han “regalado” nuestros legisladores protege más al delincuente que al ciudadano honrado: ahí están los que han sido pillados y juzgados decenas de veces, y están en la calle, tan campantes; o los ocupas que han denunciado a los dueños del inmueble que les cambió la cerradura y no les dejaban entrar: y el juez les ha dado la razón. Por último, nuestros políticos destacan más por las corrupciones en las que se enfangan -y que generan a su vez, como un alud de corruptos y de corrupciones- que por su honradez de vida, pública y privada.
¿Cómo se ha llegado a este estado de cosas, y en un tiempo record?
Aquí es donde entra en juego el título que explica -y denuncia- todo este tinglado, inhumano por inmoral, y corrosivo por naturaleza: “Las IDEOLOGÍAS del mal".
San Juan Pablo II ya denunció hasta desgañitarse las que llamó “las filosofías del mal” -de donde tomo prestado el título-, desenmascarando el nazismo y el marxismo como las dos ideologías que más cruelmente se habían levantado contra el hombre, al que decían pretender “servir” e incluso “salvar".
Una claración: he sustituido a propósito el término “filosofías” por “ideologías” porque, dado el nivelón cultural en el que nos movemos en sociedad, podría resultar algo más “cercano", intelectualmente hablando, el segundo que el primero; pero y a día de hoy, en el fondo, vienen a ser lo mismo; porque la propia filosofía, desde Descartes a nuestros días -y salvo honrosas excepciones que las hay-, renunciando a su ser y tarea -"mostrar lo que las cosas son"-, se ha convertido en una ideología más, pretendiendo que las cosas sean lo que nos dé la gana que sean, que es lo que define exactamente a las ideologías. Y así le luce el pelo: a la filosofía y a nosotros, sus conejillos de indias.
Se ha sustituido el “respeto” a la verdad de las cosas -me he resistido a poner “amor” a la verdad de las cosas, porque hoy ya no se entiende de qué va el tema- por el “voluntarismo” -las cosas son lo que yo quiero que sean-; por el “buenismo” -las cosas son buenas y seguirán siendo buenas… “porque lo digo yo"; y así empalma con el primero-; por el “democratismo” -las cosas son lo que decide la mayoría, aunque sea a base de chanchullos: y empalma con los dos anteriores-; por el “positivismo jurídico” -las leyes que se generan no responden a criterios objetivos de bondad o maldad, superados por la fuerza de las cosas: solo dependen de la voluntad del legislador que, supuestamente, “hace caso” a la mayoría numérica; lo que además de ser falso de toda falsedad, porque sucede exactamente al revés, empalma también curiosamente con todo lo anterior-; por el “laicismo” -que pretende desbancar a Dios y a la religión del orden social: porque sí, o porque me da la gana-; y el rizo de los rizos, el no va más de “lo moderno” -que no resiste, por cierto, la más mínima confrontación con la verdad y con la realidad.: la “ideología de género” donde uno es lo que quiere ser: hoy nene, mañana nena, pasado “neutro", al otro gato, el mes que viene viborilla, y así…: “voluntarismo” en estado superlativo, aunque se dé de coces con la realidad reflejada en el espejo.
Todo esto se blinda en dos horizontes. El primero, en el del lenguaje -que genera “cultura", es decir “pensamiento"…, aunque la “pseudorealidad” que imponen sea lo contrario a “pensamiento” y “cultura"-, haciendo decir a las palabras lo que nunca han dicho. Y, en segundo lugar y para que esto se imponga verdaderamente, “se hacen” las leyes a la medida, y se persigue al discrepante precisamente por discrepante, sin entrar a si tiene razón o no, porque “tener razón” está obsoleto.
Así, poco a poco -"despacito"-, nos hemos metido otra vez, de hoz y de coz, en los engranajes de las ideologías más feroces, hijas del nazismo y del marxismo: las que destrozan al hombre y sus creaciones: familia, sociedad, cultura, ética, religión, hijos, verdad, bien.
Lo de los libros de textos para chavales -y no solo en Cataluña, que conste; y desde hace muchos años- son la demostración real y práctica de lo que acabo de escribir, aunque sea en un tema menor. Y todo, claro, con la complicidad, activa y pasiva, de los poderes públicos, y pagado -eso también-, con nuestro dinero, no con el de ellos.
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