Ayer no puse imagen en el post, porque blogspot está teniendo problemas en muchos de sus blogs. Esto ocurrió otra vez hace algo más de un mes. Hoy veré si puedo poner alguna foto, porque los problemas continúan.
Mi post de ayer no iba tanto a una definición técnica (todo lo que enseña el Papa como pastor es algún tipo de magisterio) como a la esencia de lo que quería decir el cardenal Madariaga.
No voy a fatigaros con otro post sobre el tema de persona e identificación con el ministerio, o acerca de cómo se imbrica la acción divina (iluminación de la gracia) en la acción natural (el acto de pensar la teología). Pero las cosas son algo más complejas, en mi opinión, de lo que la gente piensa. Siempre tenemos una tendencia a suprimir la naturaleza.
Y así, un concilio puede trabajar bien, preparando y dialogando adecuadamente los puntos en discusión; o puede hacerlo mal. No es todo una cuestión que se reduce a negro o blanco. Lo mismo vale para un Papa o para la una respuesta de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Todos debemos acatar una contestación autoritativa de esa Congregación. Pero los temas pueden trabajarse mejor o peor dentro de ella.
Estoy hablando en general, no estoy pensando en cuestiones disputadas tradicionales o progresistas, no estoy pensando en nada en concreto. Pero sí que tenía en mente, al escribir esto, varios concilios y cartas papales que han requerido la labor de los teólogos posteriores para encajarlas de un modo armónico en el conjunto teológico.
Tampoco estaba pensando en el Papa Juan XXII (y su famoso sermón), podéis dejarlo descansar en paz, o en la famosa carta acerca de las dos voluntades de Cristo. No, no estaba pensando en lugares comunes, sino en los mil detalles pequeños del quehacer magisterial de estos dos mil años, que demuestran lo complejo que ha sido mantener la ortodoxia a través de una construcción teológica que se ampliaba.
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