Hoy os escribo unas líneas brevísimas, porque después de la cena, a la hora en que escribo mi post, he estado acabando de redactar el epílogo a mi exégesis del Apocalipsis. Qué momento tan agradable es aquél en el que uno escribe las últimas palabras de un trabajo de meses.
Hoy hemos sepultado a sor Beatriz, una religiosa del convento del que soy capellán. Ayer fueron los votos temporales, por tres años, de una joven novicia de padre suizo y madre española.
Perdonad la brevedad del post de hoy. Su brevedad está justificada por ese epílogo. Otro epílogo, uno menos antes del gran epílogo de mi vida. Me queda uno menos por escribir.
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