Aunque la plenaria de la Conferencia Episcopal Española dura hasta mañana, día 17, lo más interesante ya se ha producido entre martes y miércoles. Lo que más interés causaba estaba, por supuesto, en la elección del presidente, aunque todas las quinielas apuntaban a Blázquez, salvo sorpresa de última hora, que no la hubo. Conocimos más tarde la elección de vicepresidente, que recayó en Cañizares, y los miembros del ejecutivo. Ayer fueron elegidos los presidentes de las distintas comisiones y algunas subcomisiones.
A partir de este momento se pueden hacer interpretaciones, conjeturas y elucubraciones mentales. No seré yo quien entre en estas cosas. Pueden entrar en portales diversos y leer de todo. Así podrán comprobar cómo un mismo hecho admite cualquier exégesis.
Los obispos, y no me digan por qué, tienen su propia lógica, y pobre de aquel que quiera comprender sus posturas a base de etiquetar que si progresistas, conservadores, ultras o lo que sea, porque nos puede resultar que un obispo, dependiendo del asunto, esté aquí, allá, o acullá. No es criterio. Tampoco lo de meterse en que si este está en guerra, estos quieren su cuota, aquél promocionarse y el de más allá reconocimiento de. Rizar el rizo. Creo que demasiado. O no.
Luego está el problema de las normas escritas, y las no escritas, que tiene su guasa. Los estatutos son definitivos, pero junto a ellos hay cosas que, sin estar fijadas en papel con sello y firma, se suponen y se interpretan a la perfección. Cosas de la condición humana que ante cualquier cosa necesita retorcer el hecho y exprimirlo para tratar de sacar unas gotas, al menos, de sustancia. Ya saben, eso de que si ha pasado esto es por esto, para que parezca aquello y para que se sepa que en realidad era lo otro, y así pueda comprenderse lo que de veras, aunque se disfrace el hecho de lo contrario.
Una de las normas no escritas es que los presidentes de las distintas comisiones sean elegidos para un segundo trienio. Los presidentes son elegidos para uno, y pueden acceder a un segundo. Feo parece que no repitan. De hecho, repiten todos para el segundo. Absolutamente todos, lo que no parece extraño salvo en el caso de Salinas, que uno no comprende cómo sus hermanos obispos han decidido renovarle para un segundo trienio, habida cuenta lo que tiene encima.
Salinas, caso insólito, aunque no único, pasó de obispo residencial de Mallorca a obispo auxiliar de Valencia. Algo parecido a lo de Esteban Escudero, que pasó de auxiliar de Valencia a Palencia, y regreso a Valencia de nuevo como auxiliar. Casos inusuales y de motivaciones diversas.
Lo de Escudero parece ser que fue fruto de su propia sensación de incapacidad.No se veía con fuerzas para ser obispo diocesano y regresó a su Valencia. Mucho peor lo de Salinas, que tuvo que salir de Mallorca por pies tras un monumental escandalazo con señora bien y denuncia del marido supuestamente agraviado. En cualquier caso, salió de Mallorca fruto de su imprudencia, que mala cosa es para un obispo.
Salinas era presidente de la comisión episcopal de apostolado seglar, de la que dependen asuntos como familia y vida, cáritas, pastoral juvenil, pastoral obrera. Comprendo que para sus hermanos obispos era muy fuerte negarle la tácita renovación, y que incluso muchos quisieran votarle de nuevo para que se sienta apoyado por sus hermanos. Peculiar lógica episcopal. Yo creo, y ya saben que servidor es la nada con hematoma en el costado y no descartable puntapié en el trasero, que el mejor favor que se le podía haber hecho a Salinas era dejarle sin comisiones, en Valencia, tranquilito, sin que se le notara mucho, y dejando que el tiempo borrara cosas. Pues no. Otra vez presidente de apostolado seglar, para dar de nuevo la oportunidad de que alguien le sacuda. O a lo mejor era eso lo que pretendían los obispos. Vaya usted a saber. Pero a mí me ha resultado una cosa extraña. O no.
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