Oficio de lecturas - Lunes de la semana XXVIII - Tiempo ordinario



OFICIO DE LECTURA - LUNES DE LA SEMANA XXVIII - TIEMPO ORDINARIO
De la Feria.

PRIMERA LECTURA

Año I

Comienza el libro del profeta Jeremías       1, 1-19

VOCACIÓN DEL PROFETA JEREMÍAS

    Palabras de Jeremías, hijo de Helcías, de los sacerdotes residentes en Anatot, territorio de Benjamín.
    Recibió Jeremías la palabra del Señor en tiempo de Josías, hijo de Amón, rey de Judá, el año trece de su reinado, y en tiempo de Joaquín, hijo de Josías, rey de Judá, hasta el final del año once de Sedecías, hijo de Josías, rey de Judá; hasta la deportación de Jerusalén en el quinto mes.
    Recibí esta palabra del Señor:
    «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.»
    Yo repuse:
    «¡Ay, Señor mío! Mira que no sé hablar, que soy un muchacho.»
    El Señor me contestó:
    «No digas: "Soy un muchacho", que adonde yo te envíe irás, y lo que yo te mande lo dirás. No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-.»
    El Señor extendió la mano y me tocó la boca; y me dijo:
    «Mira: yo pongo mis palabras en tu boca, hoy te establezco sobre pueblos y reyes, para arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para edificar y plantar.» Recibí entonces esta palabra del Señor: «¿Qué ves, Jeremías?»
    Respondí:
    «Veo una rama. de almendro.»
    El Señor me dijo:
    «Bien visto, porque yo velo para cumplir mi palabra.»
    Recibí luego otra palabra del Señor:
    «¿Qué ves?»
    Respondí:
    «Veo una olla hirviendo que se vuelca de norte a sur.»
    Me dijo el Señor:
    «Desde el norte se derramará la desgracia sobre todos los habitantes del país. Pues yo he de convocar a todos los reinos del norte -oráculo del Señor-, vendrán y pondrá cada uno su trono junto a las puertas de Jerusalén, en torno a sus murallas y frente a las ciudades de Judá, contra las que yo entablaré juicio por todas sus maldades: porque me abandonaron, quemaron incienso a dioses extranjeros, y se postraron ante las obras de sus manos.
    Pero tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que yo no te haré desmayar delante de ellos. Mira: Yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del pueblo; lucharán contra ti, pero no podrán contigo, porque yo estoy contigo para librarte -oráculo del Señor-.»

Responsorio     Jr 1, 5. 9; Is 42, 6

R. Antes de formarte en el seno materno, te escogí; antes de que nacieses, te consagré. * Y puse mis palabras en tu boca.
V. Yo, el Señor, te he llamado en la justicia y te he puesto como alianza del pueblo y luz de las naciones.
R. Y puse mis palabras en tu boca.


Año II

Del libro de Ben Sirá     11, 12-28

PONGAMOS SÓLO EN DIOS NUESTRA CONFIANZA

    Suele haber alguien que es débil, necesitado de apoyo, falto de bienes y sobrado de pobreza, pero el Señor se fija en él para hacerle bien y lo levanta del polvo, le hace levantar la cabeza y muchos se asombran al verlo.
    Bien y mal, vida y muerte, pobreza y riqueza, todo viene del Señor; el don del Señor es para el justo, y su favor le asegura el éxito.
    Hay quien se hace rico a fuerza de afanes y avaricia, y se cree con esto ya bien pagado. Y dice para sí: «Ahora puedo descansar; ahora comeré de mis rentas.» Pero no sabe cuánto tiempo le queda para morir y dejar a otros todo lo suyo.
    Hijo mío, cumple tu deber, ocúpate de él, envejece en tu tarea; no admires las acciones del perverso, espera en el Señor y aguarda su luz; porque es cosa fácil para el Señor enriquecer en un instante al pobre.
    La bendición del Señor es la recompensa del justo, y a su tiempo florece su esperanza.
    No digas: «He despachado mis asuntos y, ahora, ¿qué puede ya hacerme falta?» No digas: «Ya tengo bastante, ¿qué mal me puede suceder?» En el día dichoso se olvida la desgracia, en el -día desgraciado se olvida la dicha. Fácil es para Dios, a la hora de la muerte, pagar al hombre su conducta.
    Un mal momento hace olvidar de los place. Cuando llega el fin del hombre, se revela su miseria. Antes del fin, no declares feliz a nadie: su desenlace mostrará si es dichoso; pues sólo a su término es conocido el hombre.

Responsorio     Sir 11, 19. 20; Lc 12, 17. 18

R. Cuando el rico dice para sí: «Ahora puedo descansar; ahora comeré de mis rentas», * no sabe cuánto tiempo le queda para morir y dejar a otros todo lo suyo.
V. Piensa el rico para sí: «Derribaré mis graneros para hacer otros más grandes, y almacenaré allí todos mis bienes.»
R. No sabe cuánto tiempo le queda para morir y dejar a otros todo lo suyo.


SEGUNDA LECTURA

De la carta de san Agustín, obispo, a Proba

(Carta 130, 9, 18-10, 20: CSEL 44, 60-63)

DEBEMOS EN CIERTOS MOMENTOS AMONESTARNOS A NOSOTROS MISMOS CON LA ORACIÓN VOCAL

    Deseemos siempre la vida dichosa y eterna, que nos dará nuestro Dios y Señor, y así estaremos siempre orando. Pero, con objeto de mantener vivo este deseo, debemos, en ciertos momentos, apartar nuestra mente de las preocupaciones y quehaceres que, de algún modo, nos distraen de él y amonestarnos a nosotros mismos con la oración vocal, no fuese caso que si nuestro deseo empezó a entibiarse llegara a quedar totalmente frío y, al no renovar con frecuencia el fervor, acabara por extinguirse del todo.
    Por eso, cuando dice el Apóstol: Presentad públicamente vuestras peticiones a Dios, no hay que entender estas palabras como si se tratara de descubrir a Dios nuestras peticiones, pues él continuamente las conoce, aun antes de que se las formulemos; estas palabras significan, más bien, que debemos descubrir nuestras peticiones a nosotros mismos en presencia de Dios, perseverando en la oración, sin mostrarlas ante los hombres por vanagloria de nuestras plegarias.
    Como esto sea así, aunque ya en el cumplimiento de nuestros deberes, como dijimos, hemos de orar siempre con el deseo, no puede considerarse inútil y vituperable el entregarse largamente a la oración, siempre y cuando no nos lo impidan otras obligaciones buenas y necesarias. Ni hay que decir, como algunos piensan, que orar largamente sea lo mismo que orar con vana palabrería. Una cosa, en efecto, son las muchas palabras y otra cosa el afecto perseverante y continuado. Pues del mismo Señor está escrito que pasaba la noche en oración y que oró largamente; con lo cual, ¿qué hizo sino darnos ejemplo, al orar oportunamente en el tiempo, aquel mismo que, con el Padre, oye nuestra oración en la eternidad?
    Se dice que los monjes de Egipto hacen frecuentes oraciones, pero muy cortas, a manera de jaculatorias brevísimas, para que así la atención, que es tan sumamente necesaria en la oración, se mantenga vigilante y despierta y no se fatigue ni se embote con la prolijidad de las palabras. Con esto nos enseñan claramente que así como no hay que forzar la atención cuando no logra mantenerse despierta, así tampoco hay que interrumpirla cuando puede continuar orando.
    Lejos, pues, de nosotros la oración con vana palabrería; pero que no falte la oración prolongada, mientras persevere ferviente la atención. Hablar mucho en la oración es como tratar un asunto necesario y urgente con palabras superfluas. Orar, en cambio, prolongadamente es llamar con corazón perseverante y lleno de afecto a la puerta de aquel que nos escucha. Porque con frecuencia la finalidad de la oración se logra más con lágrimas y llantos que con palabras y expresiones verbales. Porque el Señor recoge nuestras lágrimas en su odre y a él no se le ocultan nuestros gemidos, pues todo lo creó por medio de aquel que es su Palabra, y no necesita las palabras humanas.

Responsorio     Sal 87, 2-3; Is 26, 8

R. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; * llegue hasta ti mi súplica.
V. Ansío tu nombre y tu recuerdo.
R. Llegue hasta ti mi súplica.


Oración

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

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17:39

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