Del Vatican Insider
No cerrar los ojos a los problemas, no tener miedo a la realidad, superar las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia. En la Vigilia Pascual, celebrada la noche de este sábado en la Basílica de San Pedro, el Papa advirtió que para celebrar realmente la resurrección de Cristo se debe “entrar en el misterio”, que significa “bajarse del pedestal de nuestro yo”, de “nuestra presunción”.
La celebración comenzó poco después de las 20:30 horas de Roma con la bendición del “fuego nuevo”, en el atrio del templo. Con una estaca, calentada por el fuego, Francisco marcó un gran cirio pascual con una cruz y los símbolos de las letras griegas Alfa y Omega. Con una oración hizo referencia a Jesús, principio y fin del universo.
Con el cirio encendido, el líder católico encabezó la procesión por la nave central de San Pedro a oscuras. Se cantó el “Exsultet” y tuvo lugar la “liturgia de la palabra”, donde se leyeron varios pasajes bíblicos. Las mujeres fueron las protagonistas del sermón pronunciado por Bergoglio en italiano.
“Esta fue una noche de vela para los discípulos y las discípulas de Jesús. Noche de dolor y de temor. Los hombres permanecieron cerrados en el Cenáculo. Las mujeres, sin embargo, al alba del día siguiente, fueron al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús. Sus corazones estaban llenos de emoción y se preguntaban: ‘¿Cómo haremos para entrar?, ¿quién nos removerá la piedra de la tumba?…’. Pero he aquí el primer signo del acontecimiento: la gran piedra ya había sido removida, y la tumba estaba abierta. Entraron en el sepulcro y vieron a un joven sentado a la derecha, vestido de blanco’. Las mujeres fueron las primeras que vieron este gran signo: el sepulcro vacío; y fueron las primeras en entrar”, dijo.
Sostuvo que, como las “discípulas”, todos deben entrar en el sepulcro, entrar en el “misterio de Dios”, para vivir realmente la Pascua. “No es un hecho intelectual, no es sólo conocer, leer… Es más, es mucho más”, advirtió.
Para entrar en ese misterio, explicó el Papa se requiere capacidad de asombro, de contemplación, capacidad de escuchar el silencio y “sentir el susurro de ese hilo de silencio sonoro en el que Dios nos habla”.
Precisó que también se requiere no tener miedo de la realidad, no cerrarse en uno mismo, no huir ante lo que no se comprende, no cerrar los ojos frente a los problemas, no negarlos, no eliminar los interrogantes. Insistió que significa ir más allá de las cómodas certezas, más allá de la pereza y la indiferencia que frena, y ponerse en busca de la verdad, la belleza y el amor, buscar un sentido no ya descontado, una respuesta no trivial a las cuestiones que ponen en crisis la propia fe, la propia fidelidad y la propia razón.
“Para entrar en el misterio se necesita humildad, la humildad de abajarse, de apearse del pedestal de nuestro yo, tan orgulloso, de nuestra presunción; la humildad para redimensionar la propia estima, reconociendo lo que realmente somos: criaturas con virtudes y defectos, pecadores necesitados de perdón. Para entrar en el misterio hace falta este abajamiento, que es impotencia, vaciándonos de las propias idolatrías. Adoración. Sin adorar no se puede entrar en el misterio”, señaló.
Aseguró que todas esas actitudes las enseñan a los fieles las mujeres discípulas de Jesús. Sostuvo que ellas velaron aquella noche y la Virgen las ayudó a no perder la fe y la esperanza.
Y estableció: “Así, no permanecieron prisioneras del miedo y del dolor, sino que salieron con las primeras luces del alba, llevando en las manos sus ungüentos y con el corazón ungido de amor. Salieron y encontraron la tumba abierta. Y entraron. Velaron, salieron y entraron en el misterio. Aprendamos de ellas a velar con Dios y con María, nuestra madre, para entrar en el misterio que nos hace pasar de la muerte a la vida”.
Como parte de la celebración, el líder católico administró los sacramentos de la iniciación cristiana (bautismo y confirmación, después la eucaristía) a 10 “neófitos”, personas adultas provenientes de Italia, Portugal, Albania, Kenia y Camboya.
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