Lo corporal implicado en la Pascua

Ya san Pablo, en 1Cor 15, tuvo que abordar la pregunta sobre el cómo de la resurrección y el cuerpo resucitado. Las objeciones por los filósofos de los primeros siglos fueron constantes y a ellos respondieron Padres apologetas; también responden a estas cuestiones los Obispos que predican a su fieles o que escriben comentarios bíblicos.

¿Qué es más crear de la nada (ex nihilo) o recomponer lo que ya fue creado? ¿No podrá el Creador intervenir en su naturaleza, en el mundo creado por Él?

No olvidemos que la resurrección de la carne, de nuestra carne, era la piedra de choque del cristianismo con otras filosofías, antropologías y religiones. Es lo peculiar porque anuncia lo que ha visto en su Señor.

"Pero los incrédulos objetan y dicen: ¿Cómo puede recomponerse y reintegrarse en la unidad del cuerpo humano la carne disuelta en la putrefacción o convertida en polvo, incluso también absorbida en lo profundo del mar y dispersa en las olas?

A éstos respondemos, ante todo, con las palabras del apóstol: ¡Necio! Lo que tú siembras no revivirá si antes no muere; y lo que tú siembras no es el cuerpo que va a brotar, sino un simple grano de trigo o de otra semilla cualquiera; pero Dios le da un cuerpo a su voluntad.

Por tanto, lo que ves realizarse anualmente en las semillas que echas en la tierra, ¿no crees que puede realizarse en tu carne, que, por ley de Dios, es sembrada en la tierra? ¿Por qué -te pregunto- estimas tan poco la potencia divina que no la  juzgas capaz de recomponer y reparar en su forma original el polvo disperso de una carne cualquiera cuando ves que incluso el ingenio mortal busca las vetas de los metales en lo profundo de la tierra? El ojo del capataz ve el oro donde el inexperto cree ver tierra.

¿Ni siquiera concederemos que el Creador del hombre pueda hacer tanto como logra realizar el hombre por Él creado? Si la capacidad del hombre mortal logra descubrir que hay una veta propia del oro, otra de la plata, y lo que en la superficie parece tierra, encierra dentro de sí una gama diferente de vetas de bronce, plomo y hierro, ¿no creeremos que la potencia divina pueda hallar e individuar el compuesto propio de cada carne, aunque parezca disperso?" (Rufino de Aquileya, Expl. Sim., 40).

Es grande el poder de Dios, tan grande que si es capaz de crear de la nada, las cenizas de nuestro cuerpo pueden ser recompuestas y glorificadas.

"Pues de igual modo la sustancia de cualquier carne, aunque haya sido esparciada variada y diversamente, sin embargo, cuando por voluntad de Dios llegue la primavera para los cuerpos sembrados, el mismo principio formal propio de cada carne, que es inmortal -es carne del alma inmortal-, recogerá de la tierra y reunirá los componentes de su sustancia, restituyéndolos a la forma que la muerte había disuelto. Y así sucede que a cada alma se le restituye, no un cuerpo confuso o extraño, sino el que había tenido, a fin de que, según las pruebas de la vida presente, pueda la carne con su alma ser premiada si obró bien y castigada si hizo mal" (Id., n. 41).

Estas argumentaciones, que debemos asimilar, se hallan en general en todos los Padres a abordar la resurreccón, punto siempre conflictivo para no interpretarlo "espiritualistamente".

"¿Qué excusa pueden tener los que no creen en la resurrección, cuando a diario este fenómeno puede ser observado en semillas, plantas y en nuestro mismo nacimiento? La semilla ha de experimentar primero la corrupción y después de la regeneración. Cuando Dios hace algo, en suma, no hay cabida para los razonamento shumanos, porque, ¿cómo nos hizo de la nada? Dirijo estas palabras a los cristianos que dicen creer en las Escrituras. Y añadiré algo más conforme al razonar humano.

Algunos viven en el vicio y otros en la virtud. Mas muchos de los que pasan sus vidas en el vicio han alcanzado una edad avanzada y disfrutado de una gran fortuna, mientras que los virtuosos han experimentado todo lo contrario. ¿Cuándo recibirá cada uno lo que merece? ¿En qué momento? "Sin lugar a dudas, ¿no existe la resurrección de los cuerpos?" No escuchan a Pablo cuando dice: "Es preciso que lo corruptible se revista de inmortalidad"" (S. Juan Crisóstomo, In Io., hom. 66,3).

01:53

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