“Los judíos, rodeándolo le preguntaban: “¿Hasta cuando nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo francamente”. Jesús les respondió; “Os lo he dicho, y no creéis; las obras que hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías”. (Jn 10, 22-30)
Cuando el corazón está cerrado, todo es inútil.
Ni los ojos ven.
Ni la cabeza entiende.
Ni el corazón abre la puerta.
Con frecuencia el corazón tiene demasiadas llaves.
A Jesús le piden hable claro.
Son ellos los que preguntan con demasiadas oscuridades.
Jesús siempre habla claro.
El él, Palabra de Dios, no engaño, ni mentira, ni trampa.
El es la verdad de Dios y sus palabras son verdad.
Pero muchos preferimos seguir haciendo preguntas para justificar nuestra incredulidad.
Por eso, como decía alguien: “Me repugnan los ateos, porque no hacen más que hablar de Dios”. “Se pasan la vida hablando de Dios como una manera de justificar su ateísmo”. Esconden su incredulidad tras sus preguntas y palabras.
El que habla mucho de amor no es el que más ama.
Queremos suplirlo con palabras vacías y maliciosas.
“Os lo he dicho, y no creéis”.
Y como no creen en sus palabras, Jesús acude a sus obras.
“las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí. Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías”.
Cuando no entendemos sus palabras, mejor acudimos a las “obras” que son la mejor palabra.
Tenemos las mismas resistencias a las palabras y a las obras.
Esto lo vemos cada día:
Si la Iglesia habla de Dios nos quejamos de que es “espiritualista”.
Si habla del hombre, decimos que es secularista.
Si calla, nos quejamos de una Iglesia muda.
Si habla, decimos que todo es pura palabra y que lo que se necesitan son obras.
Si el sacerdote habla de compromiso social, lo llamamos comunista.
Si habla de la oración, le acusamos de estar fuera de la realidad.
Si hablamos de justicia social, nos metemos en política
Si hablamos de vida espiritual, decimos que no somos comprometidos.
Jesús nunca bailó a gusto de todos.
Y nosotros tampoco.
Es decir:
Nunca bailamos al ritmo de la música.
O nunca tocamos una música de actualidad.
Siempre a la defensiva y siempre escapándonos de la realidad.
De todos modos nuestra mejor palabra será siempre nuestra vida.
“las obras que yo hago en nombre de mi Padre, esas dan testimonio de mí”.
“Pero vosotros no creéis, porque no sois ovejas mías”.
Hagamos lo que hagamos nunca acertaremos si nuestro corazón estás blindado.
Y esa es la diferencia entre ser o no ser “ovejas de Jesús”.
Los que pertenecen a Jesús:
“escuchan mi voz”
“Y yo las conozco y ellas me siguen”,
“y yo les doy la vida eterna y no perecerán para siempre”,
“y nadie las arrebatará de mi mano”.
El que tiene un corazón limpio ve todo lo con claridad.
El que tiene un corazón sucio no ve ni que tropiece con El.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo B, Pascua Tagged: creer, fe, oveja, pastor, rebaño
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