Pensamientos de san Agustín (XXXI)

Con la ya larga serie de pensamientos de san Agustín, se pretende, en este blog-comunidad de formación, ir asimilando la mente, las líneas maestras de un gran Padre de la Iglesia, haciendo ver que acercarse a los Padres no es tarea difícil ni imposible, y que no son tan complicados como al profano le pueda parecer en un primer momento.

San Agustín es maestro perenne; el mismo santo Tomás de Aquino lo califica siempre en su Suma como "Magister dixit", "el Maestro dice".

La oración personal de petición es eficaz, no por nuestros méritos personales, sino porque Él es bueno. Escucha que llamamos a la puerta, como amigo inoportuno, y se levanta, abre, nos atiende, nos concede lo que necesitamos.

"Vete al Señor mismo, al mismo con quien la familia descansa, y llama con tu oración a su puerta, y pide, y vuelve a pedir. No será El como el amigo de la parábola: se levantará y te socorrerá; no por aburrido de ti: está deseando dar; si ya llamaste a su puerta y no recibiste nada, sigue llamando que está deseando dar. Difiere darte lo que quiere darte para que más apetezcas lo diferido; que suele no apreciarse lo aprisa concedido" (Sermón 105, san Agustín).
Sin duda, el Señor nos corrige y reprende de muchos modos, de distintas formas, haciéndonos ver lo que pasaba inadvertido ante nuestros ojos. No exaspera, desde luego; es un buen pedagogo. Pero sus correcciones pretenden un bien infinitamente mayor y loable para nosotros.
"Da gracias al que te corrige para que recibas la heredad de Dios, que te corrige. Al ser corregido, eres enseñado. Te corrige mucho porque mucho es lo que has de recibir. Si comparas la corrección con lo que has de recibir, verás que la corrección es insignificante" (San Agustín, Enar. in Ps. 48,2,9).
Dios creó el alma con la capacidad de ver, oír, percibir la realidad, y por tanto, elevarse a la Verdad, al Bien supremo, a Dios mismo. Los recursos de nuestra alma han de ser utilizados y empleados y para ver, necesitamos, desde luego, la luz divina. "Tu luz nos hace ver la luz", dice el Salmo 35.
"No es lo mismo tener ojos que mirar, ni mirar que ver. Luego el alma necesita tres cosas: tener ojos, mirar, ver. El ojo del alma es la mente pura de toda mancha corporal, esto es, alejada y limpia del apetito de las cosas corruptibles" (San Agustín, Soliloquios 1,6,12).
Los movimientos del alma -gozo, temor, etc.- son descritos por san Agustín agudamente. Cualquiera puede darse cuenta de cómo algunos movimientos benefician, porque ensanchan el alma, y otros la perjudican.
"Nuestros afectos son movimientos del alma: la alegría es la expansión del alma; la tristeza es la contracción del alma; la codicia es el progreso del alma; el temor es la fuga del alma. Expansionas tu ánimo cuando te alegras, lo contraes cuando te entristeces, lo haces adelantar cuando deseas, lo haces huir cuando temes" (San Agustín, Trat. in Ioh. ev., 46,8).
 Y de nuevo, un apunte de la pedagogía divina sobre las almas. Dios va inclinando al alma hacia Él y lo realiza de modos distintos, así va educándonos.
"Dios obra en el corazón de los hombres con el fin de inclinar las voluntades humanas donde El quisiere, ya con misericordia hacia el bien, ya de acuerdo con sus méritos hacia el mal, en virtud siempre de su designio, a veces claro, otras oculto, pero sin remisión justo" (San Agustín, Trat. sobre la Gracia y el Libre Albedrío 21,43).

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