26 de abril.

vigilia 18

Homilía para el IV domingo de Pascua B, Domingo del Buen Pastor

  “Buen Pastor” es la traducción habitual. Pero el texto original griego debe traducirse, literalmente, como “Yo soy el Pastor bello” (ho poimèn ho kalós), hace ya unos cuantos años lo recordaba el Cardenal Martini, en una carta pastoral, sobre la belleza que salvará al mundo. En realidad no hay mucha diferencia entre los dos significados, porque es verdaderamente bello lo que es bueno y verdadero. Es la diferencia entre una flor de verdad y una de plástico, entre una persona auténtica y alguien que busca engañar contando una parte. Cuando encontramos una persona admirable por su generosidad, su amor, su fidelidad, no se podría decir, quizá: “qué bella persona”, y cuando nos cuentan una historia particularmente impactante, no decimos: ¡qué linda historia! Es en este sentido que Jesús es un bello Pastor. Él utiliza esta imagen para describir la naturaleza de sus relaciones con nosotros.

Primero de todo subraya la diferencia entre un verdadero pastor, a quien las ovejas pertenecen, y el mercenario, o guardián pagado. La diferencia entre los dos se manifiesta en modo particular en los momentos de peligro, cuando aparece un lobo, por ejemplo. El verdadero pastor está pronto a arriesgar su vida; el mercenario no piensa más que en salvar la suya.

La segunda característica del “pastor bello”, que Jesús señala, es el conocimiento recíproco entre él y sus ovejas. Para alguien extraño que cuida una grey de ovejas, estas son todas iguales; pero el verdadero pastor las distingue a todas, conoce a cada una y les pone nombre. Y Jesús va mucho más allá con lo que deja entender con esta imagen. Afirma que este conocimiento recíproco entre él y sus discípulos refleja el de su misma naturaleza, del recíproco conocimiento entre Él y su Padre. Este conocimiento no es teórico e intelectual; es del orden del amor y es tal que está pronto a dar la vida por aquél que se ama. De la misma manera estamos llamados a conocerlo.

En fin, Jesús habla de ovejas que le pertenecen pero que no son de este rebaño. También si no son del mismo rebaño, son “suyas” y también las debe guiar. Vendrá un día, un momento que ninguno conoce ni puede prever, en el cual habrá un solo rebaño y un solo pastor. Porque todo el que vive la belleza de la verdad es oveja del pastor bello.

En la primera predicación apostólica, pocos días después de la Resurrección y Pentecostés, las imágenes se entrecruzan y se completan. Mientras para hablar a los pastores de Galilea Jesús adoptaba las imágenes que más servían a las experiencias de ellos – la del pastor. Pedro, hablando a los ciudadanos de Jerusalén, utiliza la imagen de un edificio. A los jefes del pueblo y a los ancianos les afirma que Jesús es la piedra, que ellos, los constructores, han rechazado, y que se volvió piedra angular. Toda salvación, hasta la curación de Pedro al paralítico, que no la pedía, sino que pedía limosna, viene por Cristo.

El apóstol Juan, escribiendo su carta al atardecer de su vida, está todavía fascinado por este conocimiento recíproco, fruto del amor del Padre por nosotros. Toda la belleza de nuestra condición de Hijos de Dios –condición que es ya la nuestra- será revelada cuando Jesús aparezca en su gloria y cuando lo veamos como es, sin velos.

Solamente esta intimidad con Jesús dentro de un conocimiento recíproco puede darnos la fuerza de ser sus testigos, y si es necesario, como muchos cristianos orientales hoy, hasta el martirio. Cuantos cristianos en Siria, Egipto, entre otros lugares son matados, perseguidos o exiliados por defender con coraje su fe y su pueblo. Tengamos en nuestra oración de manera particular, en este día, a todos aquellos que, imitando al pastor bello del Evangelio se consagren, hasta arriesgar la vida, al servicio y la defensa de la fe y de aquellos que le son confiados. Y recemos también para que todos aquellos que han recibido una responsabilidad resistan a la tentación de obrar como mercenarios, para quienes las ovejas no cuentan.

Qué María santísima nos haga escuchar la voz de la llamada de Cristo y a salir al servicio del otro, en la vocación: sacerdotal, religiosa o como laico comprometido. El éxodo de salir de uno mismo al encuentro de otro, aun arriesgando la propia comodidad y vida, como dice el papa Francisco en el mensaje de este año por la Jornada del Buen Pastor. Que la belleza del buen Pastor se refleje en nuestra vida.


13:30
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