“Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser e que procede de Dios; ese ha visto al Padre, os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. El que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. (Jn 6,44-51)
Creer no es un ego de poker ni de ajedrez.
Creer no es un voluntarismo.
Creer es escuchar a Dios.
Creer es un don y regalo de Dios.
Por eso la fe comienza:
“Escuchando a Dios”
Es escuchar lo que nos dice Dios.
Y Dios nos lleva sien a Jesús.
El camino de la fe es siempre Jesús.
Creemos como si fuese una decisión nuestra.
Cuando en realidad es un don de Dios.
Porque creer es una especie de manifestación de Dios en nosotros.
Creer es una especie de revelación de Dios en nosotros.
Y la fe no comienza por saber que Dios existe. Esto también lo saben los ateos por más que lo nieguen.
La fe es sentir a Dios en nuestra mente y en nuestro corazón.
Y la fe comienza descubriendo a Jesús y encontrándonos con Jesús.
Es descubrir y comer a Jesús “pan de vida”.
Por eso la comunión es el alimento de nuestra fe.
Es el sacramento de nuestra fe y que nosotros lo decimos después de la consagración, después que hemos convertido el pan en “pan de vida”.
Se necesita fe para comulgar, para comer el pan de vida.
Y a la vez la comunión fortaleza y aumenta nuestra fe.
“Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha enviado”.
Por eso comulgar es entrar a compartir la “vida de Jesús” que es la “vida de Dios”.
“Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna”.
La fe es una actitud mental que nos abre a las maravillas de Dios.
La fe es una actitud cordial que nos abre al amor de Dios, que es la vida de Dios.
La fe es compartir la vida eterna de Dios.
La fe es compartir desde ya la “vida eterna”.
La vida eterna no comienza en nosotros cuando termina nuestra vida terrenal.
La vida eterna la llevamos ya en nosotros desde el momento en el que podemos decir “yo creo”
La comunión y experiencia del más allá comienza ya aquí.
Desde el momento en que creemos ya la vida eterna se hace realidad en nosotros.
Por eso, creer no puede ser algo indiferente.
Creer es hacernos semejantes a Dios.
Creer es como un nacer de nuevo a la vida nueva de la eternidad.
Comulgar, comer el “pan de vida” es:
Tener en nosotros la vida eterna del Padre.
Y esto se convierte también en “vida para el mundo”.
Es una pena que la comunión sea con frecuencia un rito que hacemos.
Que comulguemos como una actividad piadosa.
Comulgamos y nos llenamos de la vida de Dios.
Y esto se nos pasa desapercibido y nos sentimos la grandeza de nuestra vida.
Comulgamos que estamos dando nueva vida al mundo.
Comulgamos y estamos cambiando al mundo.
“El pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”.
De nosotros depende que el mundo tenga vida.
De nosotros depende que el mundo esté animado por la vida de Dios.
De nosotros depende que el mundo esté vivo o muerto.
De nosotros depende que el mundo “exista” o “viva”.
Clemente Sobrado C. P.
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