“Os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy. Os lo aseguro: “El que recibe a mi enviado me recibe a mí, y el que me recibe a mí recibe al que me ha enviado”. (Jn 13,16-20)
¿Qué nos ha querido decir Jesús en esta su despedida?
Pienso que algo que nosotros hemos deformado.
Hemos distinguido demasiado religión y salvación.
Hemos distinguido demasiado “profano” y “sagrado”.
Lo material es “profano”.
Lo humano es “profano”.
El mundo es “profano”.
Los hombres son “profanos”.
El cemento mientras está en la fábrica es “profano”
Pero cuando con el cemento construimos y una “Iglesia” es “sagrado”
La madera mientras está en la carpintería es “profana”, pero cuando se convierte en bancas de la Iglesia es “sagrada”.
Los hombres mientras son simples hombres, son “profanos”, pero cuando los ordenamos de sacerdotes ya son “sagrados”.
Los hombres en general son “profanos”, mientras que los sacerdotes somos “sagrados”.
Esa distinción entre lo sagrado y lo profano nos ha creado una doble visión y una doble actitud en el mundo.
El sacerdote es “Reverendo”.
Un laico es un cualquiera.
No puedo maltratar a un sacerdote.
Pero si puedo maltratar a un seglar.
Al sacerdote le saludamos con reverencia.
Al seglar, si no es nuestro amigo, ni le miramos a la cara.
Jesús no hace distinción entre “profano” y “sagrado”.
No hay hombres profanos y hombres sagrados.
Todos somos obras de Dios y todos llevamos la marca de Dios.
Y por tanto todos manifestamos a Dios.
Y por eso todos somos sagrados.
Y todos merecemos el trato de sagrados.
“El que recibe a mi enviado me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe al que me ha enviado”.
Quien recibe al hombre recibe a Jesús y al Padre que lo ha enviado.
Ahí reside la dignidad del hombre.
El hombre no es algo profano y que podemos profanar.
“Me diste de comer, me vestiste, me visitaste”. ¿Cuándo?
“Cuando lo hiciste con uno de estos mis pequeños a mí me lo habéis hecho”.
¿Qué pasaría se tratásemos a las personas como tratamos las cosas sagradas?
¿Acaso el cáliz es más sagrado que el hombre?
El cáliz ha recibido una bendición y es sagrado.
El hombre es obra de Dios y tiene su bendición y es sagrado.
“Dios envió a su Hijo al mundo para salvar al mundo y que nadie se pierda”.
Muchos están consagrados por el Bautismo.
Otros están consagrados por la Confirmación.
Otros reciben la Eucaristía que los santifica.
Otros reciben el Sacramento del Matrimonio que los bendice y transforma.
Otros recibimos el Sacramento del Orden y somos sus ministros.
Es maravillosa la comunión que establece Jesús:
“El que recibe a mi enviado a mí me recibe.
Y el que me recibe a mí recibe a mí, recibe al que me envió”. El Padre.
¿Podremos decir que el hombre es algo profano?
¿No seremos todos consagrados?
¿Y no tendremos que ser tratados como tales?
Clemente Sobrado C. P.
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