Buen Pastor, cuya imagen heredé del Sacerdote que me llevó al Seminario, y preside ahora mi trabajo y mi descanso, en estas verdes praderas de Villamediana donde apaciento el rebaño que me has encomendado.
Quisiera ser como Tú, o mejor, quisiera que tu mismo apacentaras este rebaño, a través de mis palabras, inciciativas, celebraciones, oraciones y demás trabajos parroquiales. Concédeme, al menos, no estorbar tus tareas de pastor, guía y salvador del rebaño.
Cuando te contemplo con tu morralíto sololateco al hombro (que yo mismo acabo de ponerte), el cordero en tus brazos, y a tus pies una atenta y gorda oveja, me siento feliz haciendo las tareas pastorales y trato de sacar del morral de mi experiencia iniciativas que ayuden a tu rebaño.
Y así me tienes, a las puertas ya del mes de mayo, a punto de cumplir un año más de vida (y ya suman unos cuantos), con la ilusión del primer día, cantando con amor y ternura aquella canción que compuse hace unos años: Sin detenerme por nada voy siguiendo al Buen Pastor y vivo cada jornada sirviendo al Pueblo de Dios.
¡Señor, que no decaiga, y vaya siempre adelante (y lo mismo mis amigos)! Amén.
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