—¿Lo digo o no lo digo?
—Tú verás, colega. Arriesgas mucho…
—¿Tú crees?
—Lo sabes perfectamente. Te expones a pasar la mañana con el teléfono pegado a la oreja.
—Eso sí; pero tampoco me importa demasiado. No tengo nada mejor que hacer.
—Y si vienen a visitarte…
—No; eso sí que no. En estos casos cuanto menos visitas, mejor. Además, aquí en Molinoviejo, todos es un poco más complicado…
—Entonces más vale que no digas nada.
—Tienes razón, Kloster. Mejor que no.
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