(Cfr. www.almudi.org)
Juan el Bautista, modelo de instrumento de Dios, es precursor de Jesús, nuestro Pastor y salvador
“Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas, apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.” (Marcos 1,1-8).
1. “Adviento quiere decir “venida” y quiere decir también “encuentro”. Dios, que viene, se acerca al hombre, para que el hombre se encuentre con Él y sea fiel a este encuentro. Para que permanezca en él, hasta el fin” (Juan Pablo II).
Juan Bautista, en la región del Jordán predica “que se bautizaran, para que se perdonasen los pecados”. La primera lectura de Isaías se hace realidad aquí, anunciando a Jesús: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme a desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo”.
“Juan distingue claramente el ‘adviento de preparación’ del ‘adviento del encuentro’. El adviento de encuentro es obra del Espíritu Santo, es el bautismo del Espíritu Santo. Es Dios mismo que va al encuentro del hombre; quiere encontrarlo en el corazón mismo de su humanidad, confirmando así esta humanidad como imagen eterna de Dios y, al mismo tiempo, haciéndola ‘nueva’.
Las palabras de Juan sobre el Mesías, sobre Cristo: ‘Él os bautizará con Espíritu Santo’ alcanza la raíz misma del encuentro del hombre con Dios viviente, encuentro que se realiza en Jesucristo y se inscribe en el proceso de la espera de los nuevos cielos y de la nueva tierra, en que habite la justicia: adviento del ‘mundo futuro’. En Él, en Cristo, Dios ha asumido la figura concreta del Pastor anunciado por los Profetas, y al mismo tiempo se ha convertido en el Cordero que quita el pecado del mundo; por esto, se mezcló con la muchedumbre que seguía a Juan, para recibir de sus manos el bautismo de penitencia y hacerse solidario con cada hombre, para transmitirle luego, a su vez, el Espíritu Santo, esa potencia divina que nos hace capaces de liberarnos de los pecados y de cooperar a la preparación y a la venida ‘de los nuevos cielos y de la nueva tierra’” (Juan Pablo II).
La esperanza de esta espera no nos quita interés en las cosas de la tierra, sino que en la familia, amistades, trabajo y relaciones humanas encontramos a Jesús que viene, en cada persona, en cada acontecimiento… y tendremos paz. Una paz que se irá instalando poco a poco en nuestro corazón, que llevaremos con nosotros y saltará a otros cercanos, a personas y familias, y podremos ir transformando esta agresividad que vemos en las relaciones personales, laborales y sociales y la violencia quedará ahogada con la abundancia de esa paz que anuncia el alumbrar un día de “un cielo nuevo y una nueva tierra”.
Juan Bautista es austero y hombre de buenos sentimientos, que ha luchado contra la fieras… que todos llevamos en el interior: la agresividad, el mal genio. Sabe alimentar su alma humilde en lugar de las fieras que nos impedirían la paz. Sabe distinguir lo que viene de Dios y lo que viene del orgullo. Satanás se reviste de luz y nos prueba. Juan Bautista es el hombre probado, que ofrece sus dones a Dios. Así, puede ser valiente, un hombre fuerte. Podemos pedirle hoy su intercesión para poder vaciarnos del ego y llenarnos de amor de Dios, preparar los caminos del Señor como nos dice San Gregorio Magno: «Todo el que predica la fe recta y las buenas obras ¿qué hace, sino preparar el camino del Señor para que venga al corazón de los oyentes, penetrándolos con la fuerza de la gracia, ilustrándolos con la luz de la verdad, para que, enderezadas así las sendas que han de conducir a Dios, se engendren en el alma santos pensamientos?» (Homilía 20 sobre el Evangelio).
2. Isaías, Profeta del gran adviento, nos da un mensaje gozoso, lleno de confianza: “Consolad, consolad a mi pueblo - dice vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén y decidle bien alto que ya ha cumplido su milicia, ya ha satisfecho por su culpa, pues ha recibido de mano de Yahveh castigo doble por todos sus pecados”. Es un canto a la esperanza al final del exilio de Babilonia, y es de gran actualidad aplicando a la espera de la venida de Jesús esas palabras llenas de ternura (dentro de la forma de pensar en Dios que se enfada como nosotros): El Señor viene... como Pastor; es preciso crear las condiciones necesarias para el encuentro con Él. Es necesario preparase.
“Una voz clama: «En el desierto abrid camino a Yahveh, trazad en la estepa una calzada recta a nuestro Dios. Que todo valle sea elevado, y todo monte y cerro rebajado; vuélvase lo escabroso llano, y las breñas planicie. Se revelará la gloria de Yahveh, y toda criatura a una la verá. Pues la boca de Yahveh ha hablado.» Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá: «Ahí está vuestro Dios.» Ahí viene el Señor Yahveh con poder, y su brazo lo sojuzga todo”.
Dios quiere estar con nosotros, que domina pero sobre todo es pastor: “Ved que su salario le acompaña, y su paga le precede. Como pastor pastorea su rebaño: recoge en brazos los corderitos, en el seno los lleva, y trata con cuidado a las paridas”. Luego del exilio, hay un volver, regresar que recoge muy bien el salmista. Pienso en cómo Jesús rezaría este salmo, pensando que en él se cumpliría: “Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación. Voy a escuchar lo que dice el Señor: "Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón."”
Es un salmo precioso, donde se ve la creación entera restaurada con la redención: “La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra; la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan”. Es la paz entre las personas, que redunda en la naturaleza, en todo… “la fidelidad brota de la tierra y la justicia mira desde el cielo; el Señor dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto”.
Aquí vemos una abundancia de cosas exteriores que proviene de una abundancia interior; eso nos lleva a pensar que las relaciones sociales, la misma economía y la riqueza provienen de esa actitud interior de concordia y paz, del servicio que viene de ese encuentro entre el cielo y la tierra en el corazón del hombre salvado por Cristo: “La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos”.
3. Escuchamos del Apóstol: “No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión”. Nos pone delante la imagen de Dios Pedagogo, de ese Pastor al que conocemos bien, que espera pacientemente a todos los que todavía no han cogido la pala y no han comenzado a “preparar” y “allanar” sus caminos; que han permanecido sordos al grito gozoso: “Mirad a vuestro Dios... Mirad: Dios, el Señor, viene”.
Dios ve todas las cosas desde arriba, somos nosotros que vemos el tiempo rápido o lento… “Queridos hermanos: No perdáis de vista una cosa, para el Señor un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa..., lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros porque no quiere que nadie se perezca sino que todos se conviertan”.
Parece que Dios tarda, y es que su paciencia favorece nuestro bien, nuestra conversión para que “el día del Señor” venga cuando estemos mejor, y para eso hemos de vivir cada día como “el día del Señor”: mejorar en la santidad de la conducta, y en la piedad…
Nos habla esta carta (la última en escribirse del Nuevo Testamento) “un cielo nuevo y una tierra nueva, en que habite la justicia”. El "cielo nuevo" y la "tierra nueva" deben empezar ahí, como hemos visto antes: la economía, relaciones profesionales y sociales... Los de Jesús han de ser levadura, de ese mundo mejor que un día llegará y que ya aquí ha comenzado… ese jardín de Dios en la tierra está cuidado por personas como María, a la que vemos estos días como la Inmaculada. En esta lucha entre el desierto y el jardín, entre la esclavitud y la libertad, acudamos a la intercesión de la Madre del Señor para con ella "allanar" los caminos de Dios.
Llucià Pou Sabaté
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