Durante mi almuerzo, veía un documental sobre los años 70 y 80 en España: la Transición, la inculcación de ideas progresistas en la población, la Movida, etc. Mientras veía esas imágenes, no podía dejar de pensar que el presente que tenemos es consecuencia de cada una de las decisiones personales y colectivas de esos años.
Eso vale para España y para el mundo. El califato islámico de nazis musulmanes, el bolivarianismo, la pobreza de África, todo, eso y mucho más, todo, es consecuencia de nuestros actos. Esas realidades no son fruto de un virus que mutó, ni aparecieron como un huracán inevitable o un terremoto imprevisible. Aparecieron por la suma de muchísimas decisiones.
La culpa, sí, la culpa es de toda la familia humana. Occidente no tiene es responsable de todo. Tienen responsabilidad algunos millonarios saudíes, ciertos dictadores latinoamericanos, las masas de gente que optaron por la opción errónea, los poderosos que pudieron hacer algo y no lo hicieron. También yo tengo parte de culpa. Si yo hubiera sido un hombre siempre dócil a la voluntad del Altísimo, Dios me hubiera podido usar como Él hubiera querido. Quién sabe qué hubiera hecho conmigo.
Lo digo con total sinceridad, me siento responsable de lo que sucede. Mis omisiones han contribuido a lo que veo en la televisión. Mi oración y penitencias hubieran podido detener guerras, convertir el corazón de opresores, poner barreras al avance de la irracionalidad fanática.
Mi misa de hoy, dentro de dos horas y media, tendrá ese sentido de pedir perdón por todas mis malas acciones y omisiones.
Publicar un comentario