El Hogar




He vuelto a Madrid. Esta mañana ha sonado el timbre familiar de un complicado despertador que nunca viaja conmigo. He tardado un par de segundos en situarme en el espacio y en el tiempo, pero al fin he logrado levantarme de la cama sin lanzarme contra la pared como tras veces.




Después de celebrar Misa vuelvo a la habitación, hago la cama, ordeno la ropa, libero el escritorio de todos los elementos superfluos, meto en el armario los bártulos del lavabo, pongo en orden las toallas y, después de asegurarme de que todo está en su sitio, me dispongo a salir para hacer unas gestiones en el centro de Madrid.




Regresaré a las 12 y volveré a entrar en mi dormitorio. Algo habrá cambiado como siempre, pero no sabré qué. Quizá sea la persiana, que estará un poco más caída. Tal vez el edredón esté mejor alineado; o acaso el búho, que me mira desde lo alto del ordenador, haya girado sobre sí mismo. El aroma, muy tenue, me confirmará que, en estas dos horas de ausencia, han pasado por aquí unas manos femeninas llenas de sabiduría.




¿O habrá sido un ángel?




03:42

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