Este escudo es de una diócesis de Estados Unidos y lo pongo aquí como ejemplo de un óptimo diseño heráldico. Se dice mucho con pocos elementos, y estos organizados de un modo tan equilibrado y bello que para mí es uno de los más bellos escudos eclesiásticos que he visto nunca.
Quiero pedir a los sacerdotes que me lean que aconsejen a los nuevos obispos que los escudos se los diseñen profesionales. Hay gente que sabe mucho, muy erudita en este tema, que sin duda harán esa tarea de forma gratuita.
Diseñar un escudo supone charlar con el interesado (el obispo electo), conocer su personalidad, preguntarle qué quiere expresar, qué quiere comunicar a la gente con su escudo. Lo lógico es darle al interesado varias opciones, conversar con él, ir cambiando el proyecto como fruto del diálogo y la discusión. Cuando se hace así, el resultado es algo como el escudo que he puesto arriba.
Esta tarea la hice una vez en mi vida para un obispo africano. Después de todo mi trabajo e interés, el obispo electo encargó a otra persona algo que le gustaba más. No voy a decir de qué se trataba, pero era el elemento más antiheráldico que uno se hubiera podido imaginar, hasta una cabeza de mono hubiera quedado mejor. Hasta un mono agarrando una cabeza de gallina cortada hubiera quedado mejor. Pero él se sentía más cercano a la gente con esa cosa llenando todo el escudo en un único campo. Pues nada, ya lo decía mi abuela: Más vale un gusto que cien panderos.
Sea dicho de paso, he puesto más sermones:
Post data: El obispo seguro que es muy bueno. Pero su escudo es muy malo. Y un escudo malo no se puede arrepentir. Seguirá siendo malo para siempre y por siempre.
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