¡Dejaré de creer en los ángeles custodios!










Pudo ocurrir en una carretera como ésta, pero en Canadá



Me contaron ayer esta historia.



Cuando él era universitario, siendo evangélico, trabó amistad con un compañero católico practicante. Muchas veces le acompañaba a Misa por pura amistad y no porque se sintiese atraído por la liturgia. Durante unas fiestas de Navidad, junto con un grupo de amigos, los dos fueron a una casa de montaña a pasar unos días. El católico quiso seguir su costumbre de ir a misa y el protestante también la suya de acompañarle. Sin embargo, en esta ocasión la iglesia más cercana estaba a veinte kms de distancia. Se pusieron a caminar por una carretera cubierta de nieve. El protestante le dijo:



- Si piensas ir caminando hasta allí, lo siento pero no cuentes conmigo!



- Seguro que pasará un coche y haremos autostop.



El argumento no le convenció del todo, pero le pareció que había que intentarlo. Cuando ya llevaban más de media hora caminando, el protestante se paró en seco y exclamó:



- Hasta aquí hemos llegado. Tengo mucho frío y es evidente que por aquí no pasan coches con el estado en que se encuentra la carretera. Volvamos a casa.



- Vamos a hacer una cosa. Pedimos a nuestros ángeles custodios que provean para que pase un coche. Ellos están a nuestro servicio y les pedimos esta ayuda para poder ir a misa.



Esto fue la gota que colmó el vaso. Para un protestante poco practicante esa idea le pareció totalmente fuera de lugar: - Mira -le dijo- Por aquí no paso. Yo no creo en los ángeles custodios, así que no pienso rezarles. Volvamos a casa.



Entonces, el amigo católico le hizo una propuesta muy sensata:



- Vamos a rezar de todos modos a los ángeles custodios y les daremos cinco minutos de margen. Si en cinco minutos vienen, entonces tú deberías creer en ellos; en cambio, si no vienen, el que dejará de creer en ellos soy yo!



- ¡Trato hecho!



No había pasado ni siquiera un minuto cuando un coche se paró a su lado para ofrecerles el pasaje. El asombro del protestante aumentó todavía más cuando el conductor -que estaba yendo a esquiar con un hijo de unos diez años de edad- al saber que deseaban ir a una iglesia para oír misa, les confesó que hacía muchos años que él había dejado de ir a la iglesia y que ni siquiera había bautizado a su hijo. Por esa razón, dijo: -¡voy a acompañaros también yo a misa! Quizá es el momento de cambiar el rumbo de mi vida.



Quien me contaba esta historia era el chico protestante. A partir de ese día, él comenzó a creer en los ángeles custodios y al poco tiempo pidió ser admitido en la Iglesia católica. Después pidió la admisión como numerario del Opus Dei y, más tarde, se ordenó sacerdote. Yo le conocí en ese primer año de su ordenación y nos hicimos amigos. Ayer me lo encontré en Valdebebas, lugar donde se celebró la beatificación de don Álvaro del Portillo. Fue una estupenda casualidad. Le pedí que me contase de nuevo esta historia y ahora os la cuento yo.






Un par de horas más tarde, después de haber comido en un restaurante con mi hermano y mi cuñada, les pedí que me acompañaran a la estación para tomar el tren rápido que me devolvería a casa. Teníamos muy poco margen de tiempo, pero estábamos cerca y confiábamos en el GPS. Sin embargo, el aparato no funcionaba bien y estábamos perdidos, en una zona desconocida de la ciudad. Entonces pensé en pedir ayuda a los ángeles custodios y cuál sería mi sorpresa cuando vimos un taxi parado en el arcén de una rotonda y el taxista de pie.



Le dije a mi hermano que parara el auto y le pedí al taxista si me podía llevar a la estación en diez minutos. Me respondió que sí y me monté. Le conté la historia de mi amigo sacerdote y le dije que probablemente él estaba allí en ese momento porque yo había pedido ese favor a los ángeles custodios. El parecía dudar y, riéndose, me dijo: - a usted hoy no le han salvado los ángeles, sino San Pedro...



Entonces comprendí que se refería a él mismo. Nos reímos los dos a gusto.



Tengo que decir que llegué a tiempo al tren, gracias a los ángeles custodios y a un taxista que se llamaba Pedro.




12:09
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