“Dijeron a Jesús los fariseos y los escribas: “Los discípulos de Juan ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a comer y a beber”. Jesús les contestó: “¿Queréis que ayunen los amigos del novio mientras el novio está con ellos? “Nadie recorta una pieza de manto nuevo para ponérsela a un manto viejo; porque se estropea el nuevo, y la pieza no le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque el vino nuevo revienta los odres, se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos”. (Lc 5,33-39)
Me encantó leer esta frase del P. Arrupe:
“No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”.
Jesús no quiso dejar el mundo como lo encontró.
Jesús no vino al mundo para dejarlo igual a como estaba.
Jesús vino a cambiar las cosas y dejarnos un mundo diferente.
No un mundo con parches y remiendos.
Sino un mundo diferente.
Así, por ejemplo:
Jesús no vino a dejar un mundo dominado por la Ley.
Jesús no vino a dejar un mundo donde predominen los preceptos de la Ley.
Jesús no vino a dejarnos un mundo triste, dominado por las privaciones y penitencias.
Sino un mundo:
Donde los hombres se sientan libres.
Donde los hombres se sientan alegres.
Donde los hombres se sientan felices.
Donde los hombres se sientan no con cara de cuaresma.
Donde los hombres se sientan con relaciones de amistad con Dios.
Donde los hombres se sientan como los enamorados de Dios.
Donde los hombres sientan a Dios como “novio”.
Donde los hombres sientan que su relación con Dios es de boda.
Jesús no niega el sentido que pueda tener el ayuno.
Pero Jesús quiere:
una comunidad que viva con sentido de fiesta.
un mundo donde reine la alegría.
un mundo donde los hombres puedan reírse.
un mundo donde los hombres puedan hacer fiesta.
Hasta se toma la libertad:
De llamarse nuestro novio.
De declararse nuestro enamorado.
De declararnos como sus amigos, llamándonos “amigos del novio”.
Y no vino a hacer arreglitos.
Nada de paño nuevo como remiendo del viejo.
Nada de vino nuevo en odres viejos.
Porque no quiere ni que lo viejo se estropee.
Ni que lo nuevo se malogre.
Quiere odres nuevos para el vino nuevo de la boda.
No quiere hacer una mezcla entre lo viejo y lo nuevo.
El niño que nace no es una mezcla con lo viejo de sus padres.
El trigo nuevo no es una mezcla con el trigo viejo.
Jesús quiere lo nuevo.
Y lo nuevo, para Jesús:
Una nueva relación con Dios.
No la relación del sacrificio y el ayuno.
Sino la relación de la amistad.
La relación del noviazgo.
La relación de la boda.
La relación de la fiesta.
¿Cuándo aprenderemos a ver a Dios “como novio”?
¿Cuándo aprenderemos a ver nuestra fe “como una boda”?
¿Cuándo aprenderemos a ver nuestra vida “como una fiesta”?
Clemente Sobrado C. P.
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