“Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: “¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido? Jesús añadió: “El Hijo del hombre es señor del sábado”. (Lc 6,1-5)
Cuando la Ley está por encima del hombre, desaparece el hombre.
Cuando la Ley está por encima del hombre, no existe el hombre.
Resulta curioso:
En sábado se puede tener hambre, pero no se pueden recoger espigas.
En sábado se puede tener el estómago vacío, pero no tener que comer.
En sábado se puede morir de hambre, pero no quebrantar la Ley.
En sábado se puede morir de soledad, pero yo no puedo acompañarle un rato.
En sábado se puede morir de pena, pero yo no puedo ir a consolarlo.
¿Alguien se imagina un Dios así?
¿Alguien se imagina un Dios que prefiere el cumplimiento de la ley a la vida del hombre?
¿Alguien se imagina un Dios que prohíba ser feliz en sábado?
¿Alguien se imagina un Dios a quien no le interesa el hambre del hombre los sábados?
¿Alguien se imagina un Dios a quien no le importan las penas del hombre en sábado?
Jesús se declara dueño del sábado.
Jesús declara que el sábado es para el hombre.
Jesús declara que el hombre no es para vivir esclavizado del sábado.
Jesús quiere un hombre:
Que tenga para comer todos los días de la semana, feriados y festivos.
Que tenga para ser feliz todos los días de la semana, feriados y festivos.
Que tenga para hacer fiesta todos los días de la semana, feriados y festivos.
Jesús no es enemigo de la ley.
Pero tampoco permite que la ley esclavice al hombre.
Por encima de todo está siempre el hombre.
Jesús no se encarnó para cumplir el descanso del sábado.
Jesús no anunció un Evangelio que haga esclavo al hombre el sábado.
Jesús no murió para que el hombre no coma el sábado.
Jesús no murió para que el hombre tenga hambre el sábado.
Jesús no murió para que el hombre no viva la vida con gozo el sábado.
Las leyes pueden ser necesarias o, cuando menos, convenientes.
Las leyes pueden ser necesarias, pero siempre que estén al servicio del hombre.
No son las leyes las que han de sacrificar al hombre.
Es el hombre el que tiene que sentirse libre frente a la ley.
Jesús se hizo hombre.
En modo alguno se hizo ley.
Jesús se encarnó en el hombre.
No en la ley.
Esa es nuestra diferencia con El.
Todo lo solucionamos con leyes.
El mundo no cambiará con leyes.
El mundo cambiará con hombres nuevos.
La única ley verdadera y auténtica para Jesús es el amor.
La única ley verdadera y auténtica para Jesús es “amar al hombre a ti mismo”.
Y mejor todavía: “amar el hombre como El nos amó”.
Clemente Sobrado C. P.
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