“Dijo Jesús a sus discípulos: “El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué sirve a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” (Mt 16,24-28)
Jesús no es de los que anda con medias tintas.
Jesús no es fundamentalista, pero es radical.
Jesús es de los que siempre juega el todo por el todo.
Jesús tampoco es de los que juega a las rebajas de temporada.
Jesús tampoco es de los que disimula las consecuencias de seguirle.
Jesús siempre juega con las cartas boca arriba, al descubierto.
Porque Jesús no quiere seguidores engañados.
Quiero seguidores conscientes de las consecuencias hasta el final.
El que quiera seguirle: Tendrá que andar el mismo camino de El, arriesgarse como Él, sufrir las mismas consecuencias que Él.
Jesús solo cuenta con aquellos:
Que están dispuestos a renunciarlo todo por el Evangelio.
Que están dispuestos a venderlo todo con alegría.
Que están dispuestos a correr el riesgo de la vida.
El grano que no muere queda infecundo.
El grano que muere da fruto abundante.
El que quiera seguirle tiene que estar dispuesta a poner en juego su vida.
Lo cual no está diciendo:
Que seguirle a Él es ganarlo todo.
Este texto tumbó las resistencias de Francisco Javier en París.
Pablo lo reconocerá y lo confesará: “todo el resto lo considero basura”.
Perder la vida por el Evangelio es ganarla.
Perder la vida por el Evangelio es realizar plenamente su vida.
Ponerlo todo en juego por Dios, es ganarlo todo.
Guardarlo todo por miedo, es perderlo todo.
Ser seguidor de Jesús:
Es jugar como Dios. Que es capaz “entregar a su Hijo único por nosotros”.
Jesús es capaz de “entregar su vida” para poder resucitar.
Jesús es capaz de “entregar su vida” por cada uno de nosotros.
Jesús es capaz de “renunciar a sí mismo” para afirmarnos a nosotros.
La entrega de Jesús pone de manifiesto cómo valora Dios al hombre.
La entrega de nosotros pone de manifiesto cómo valoramos nosotros a Dios
Estar dispuesto a dar la vida por los demás. Hoy es posible que no tengas la oportunidad de dar tu vida por nadie. Pero tendrás la oportunidad de regalar un pedacito de ella. Por ejemplo, renunciando a tus comodidades, para que otro descanse un rato.
Estar dispuesto a dar la vida por los demás. Hoy es posible que no tengas la oportunidad de dar tu vida por nadie. Pero tendrás la oportunidad de compartir un pedacito de ella: Por ejemplo, regalando un poco de tu alegría a los que viven a tu lado, olvidándote un poco de ti.
Estar dispuesto a dar la vida por los demás. Hoy es posible que no tengas la oportunidad de dar tu vida por nadie. Pero tendrás la oportunidad de regalar un pedacito de ella. Por ejemplo, saliendo de tu silencio, porque te sientes enojado, y hablando unas palabras de bondad con los demás.
Estar dispuesto a dar la vida por los demás. Hoy es posible que no tengas la oportunidad de dar tu vida por nadie. Pero tendrás la oportunidad de renunciar a tu orgullo herido y acercarte con cariño y pedir perdón de tu malhumor al que crees que te ofendió.
Estar dispuesto a dar la vida por los demás. Hoy es posible que no tengas la oportunidad de dar tu vida por nadie. Pero tendrás la oportunidad de sonreír aunque estés preocupado, para evitar preocupaciones a los demás.
Estar dispuesto a dar la vida por los demás. Hoy es posible que no tengas la oportunidad de dar tu vida por nadie. Pero tendrás la oportunidad de no enfadarte, no irritarte, no crear líos y problemas a los tuyos y tratarlos con dignidad y amor.
Estar dispuesto a dar la vida por los demás. Hoy es posible que no tengas la oportunidad de dar tu vida por nadie. Pero hoy tendrás la oportunidad de hacer feliz a alguien, de devolverle la esperanza, de hacerle confiar más en sí mismo y de sentir la alegría de vivir.
Estar dispuesto a dar la vida por el Reino, es pensar como Dios, amar como Dios, parecernos a Jesús.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: cruz, discipulo, seguimiento
Publicar un comentario