“Al saberlo, la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Al desembarcar, vio Jesús la muchedumbre, sintió compasión de ellos y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a los poblados y compren algo que comer. Jesús les replicó: “No hace falta que vayan , denles ustedes de comer”. (Mt 14,13-21)
Una parábola que relatan los cuatro evangelistas.
Una parábola que pone de manifiesto los sentimientos de Jesús.
Y que quiere poner de manifiesto también los sentimientos de los discípulos.
Estoy pensando en lo que dice San Pablo: “Tened en vosotros los mismos sentimientos que Cristo Jesús”.
No hay peor actitud que la indiferencia del corazón.
No hay peor actitud que la del corazón que no ve la realidad que le rodea.
Los Evangelio destacan con frecuencia los sentimientos de Jesús:
“sintió lástima”.
“sintió compasión”.
Es decir:
Los demás no me resultan indiferentes.
Los demás no me son extraños.
Los demás no me son ajenos.
Los demás son alguien que tocan mi corazón.
Los demás son alguien que mueven mi corazón.
No hay nada peor que la indiferencia.
No hay nada que la frialdad del corazón que no siente los problemas de los otros.
Es posible:
Que no podamos solucionar todos los problemas.
Pero que, al menos, toquen nuestro corazón.
Es ese sentimiento el que crea una comunión de vida entre nosotros.
Una de las ideas que prevalecen el las preocupaciones del Papa Francisco es nuestra relación con los demás.
En su mensaje a los enfermos el 11 de febrero nos dice:
“Cuando nos acercamos con ternura a los que necesitan atención, llevamos la esperanza y la sonrisa de Dios en medio de las contradicciones del mundo. Cuando la entrega generosa hacia los demás se vuelve el estilo de nuestras acciones, damos espacio al Corazón de Cristo y el nuestro se inflama, ofreciendo así nuestra aportación a la llegada del Reino de Dios”.
No hay peor actitud que la frialdad del corazón para con los demás.
No hay peor actitud que la indiferencia del corazón para los que sufren hambre.
No es cuestión de conocer estadísticas de los hambrientos en el mundo.
No es cuestión de conocer cuántos sufren hambre en el mundo.
No es cuestión de conocer cuántos sufren de algún mal en el mundo.
Esos son números de las matemáticas.
Esos son números fríos.
Y hay demasiado fríos y helados.
Ven pero no sienten.
Ven pero no se inquietan.
Ven pero siguen igual.
Es terrible la frialdad del cuerpo.
Pero peor es la frialdad del corazón.
Es tremendo pasar por la vida sin corazón.
Es tremendo pasar por la vida sin sentimientos.
Es tremendo pasar por la vida sin sensibilidad hacia los demás.
Es tremendo pasar por la vida acostumbrados al sufrimiento de los demás.
Es tremendo pasar por la vida y los demás no me afecten.
Si algo podemos destacar de Jesús es:
“sus sentimientos”,
“corazón que vibra ante los problemas de los demás”.
Señor: no me hagas insensible.
Señor: no endurezcas mi corazón.
Señor: que los demás no me sean indiferentes.
Señor: tal vez no pueda solucionar los problemas de los demás, pero te pido que me duelan, que los sienta y que me conmuevan.
Señor: que ante los demás sienta lo que tú sentías.
Clemente Sobrado C. P.
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