“Vinieron unos y le preguntaron a Jesús: “Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, ¿por qué los tuyos no?” Jesús les contestó: “¿Es que pueden ayunar los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Mientras tienen al novio con ellos, no tiene sentido que ayunen. Nadie arregla un vestido viejo con un remiendo de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge y rompe el vestido viejo, y el desgarrón se hace mayor. Nadie echa vino nuevo en odres viejos; porque revientan los odres, y se pierde el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos”. (Mc 2,18-28)
Hemos dado mucha importancia al ayuno y a la penitencia.
Y no hemos dado la misma importancia al amor.
Jesús suple el ayuno por el amor.
Más vale un kilo de amor que mil kilos de ayuno.
Además, Jesús nos da la razón del por qué.
¿Te imaginas que Jesús se declare novio tuyo?
¿Te imaginas que Jesús se declare enamorado tuyo?
¿Te imaginas que Jesús declare que quiere celebrar las bodas contigo?
Siempre nos ha preocupado:
Un Dios que quiere reparemos el mal que hemos hecho.
Un Dios que quiere le paguemos con el precio de la penitencia.
Un Dios que se satisface más con nuestro ayuno que con nuestro amor.
Es que hemos vivido un concepto equivocado de Dios.
Hemos vivido un Dios castigador.
Hemos vivido un Dios justiciero.
Hemos vivido un Dios que puede condenarnos.
Cuando, en realidad, Jesús nos quiere revelar un Dios amor.
Un Dios enamorado de nosotros.
Un Dios que se declara novio nuestro.
Un Dios que, más que condena, está pensando en boda.
Un Dios que vive de amor y no de sacrificios y penitencias.
Un Dios que vive de amor y no de austeridades.
Pero para ello tenemos cambiar nuestra mentalidad de Dios.
Para ello es preciso que desde niños nos muestren, no el Dios que castiga, sino el Dios que ama.
Para ello es preciso que en la catequesis, nos muestren el Dios “novio”, y no el Dios “suegro”.
Para ello es preciso que nuestras homilías tengan menos de amenazas y más de ternura.
Por algo el Papa Francisco nos dijo a los Sacerdotes:
“que escuchemos más a Dios antes de predicar para no dar homilías largas que nadie entiende y, a su vez, ha pedido a los fieles que escuchen la palabra de Dios, durante su encentro con el clero”
Yo estoy seguro que si en mi homilía dominical dijese: “Vuestro novio Dios os dice” más de uno se escandalizaría.
El ayuno está bien la religión de la Ley.
Pero no en la religión del amor.
No en la religión del noviazgo de Dios con nosotros.
No en la religión de las bodas del Dios enamorado con nosotros.
¿No será que la Iglesia tampoco se siente novia de Jesús?
Nos sentimos más esclava del Derecho Canónico que del noviazgo con Jesús.
Si no, díganme ¿cuántas veces han escuchado a la Iglesia hablarles de que Jesús es su novio camino de la boda?
Hay mucho que cambiar.
Hay muchos remiendos que tenemos que cambiar.
Hay muchos odres que tenemos que cambiar y queremos vivir el vino nuevo del amor.
Señor: dame el suficiente amor para sentir tu noviazgo.
Señor: dame el suficiente amor para pensar en nuestra boda.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: alegria, amor, boda, castigo, Dios, matrimonio, penitencia
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