“Lleno de alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas los sabios y a los entendidos, y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien”. (Lc 10,21-24)
Una invitación a la alegría.
Una alegría que no viene de unos traguitos.
Sino de la experiencia del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo que lleva a Jesús a una experiencia gozosa y feliz de la acción del Padre en la gente.
Y una experiencia gozosa y feliz de cómo la gente reacciona a la palabra de Dios.
Es un momento, en el que Jesús toma conciencia:
De cómo actúa la palabra de Dios.
De cómo responde la gente.
Siempre pensamos que la gente mejor dispuesta es la mejor preparada.
Siempre pensamos que es la gente sabia la que mejor puede responder.
Y Jesús ve que:
Es precisamente la gente sencilla la más abierta a la gracia.
Es precisamente la gente simple la que más fácilmente se abre a Dios.
Es precisamente la gente simple y sencilla la que tiene menos resistencias al Evangelio.
Y por eso Jesús:
Ve como la gente pobre es la que más le busca.
Ve cómo la gente sencilla es la que más dispuesta está a su palabra.
Ve cómo la gente sencilla es la que más hambrienta está del reino.
Ve cómo Dios se manifiesta a la gente sin importancia social.
Ve cómo Dios se manifiesta a la gente sin títulos.
Ve cómo el estilo de Dios es distinto al nuestro, y cómo también nosotros somos diferentes a como suele pensar el mundo.
Es un momento de gozo por parte de Jesús.
Es un momento de gozo y de alegría.
Es un momento en el que el Espíritu Santo actúa en el corazón de Jesús regalándole con un momento de gozo.
Siempre vemos a Jesús serio.
Siempre le vemos como viviendo en otro mundo.
Por eso hoy siento alegría:
Viéndolo sonriente.
Viéndolo gozoso.
Viéndolo feliz.
Pero no es esa falsa alegría que nos viene de las cosas.
No es esa alegría que hoy es y mañana no es.
No es esa alegría que depende de las cosas.
Es la alegría que nace de dentro.
Es esa alegría que nace del Espíritu.
Es esa alegría que nace de la experiencia de Dios.
Es esa alegría que nace de la experiencia del actuar de la gracia.
Es esa alegría que nace de la experiencia del actuar del espíritu en el corazón.
Es esa alegría que no es privilegio de los grandes, sino regalo la gracia en los pequeños.
Hay pequeñas alegrías que no siempre sabemos explicar.
Hay pequeñas alegrías que no vienen de fuera.
Hay pequeñas alegrías que nos nacen de dentro como manantial de agua viva.
Busquemos las alegrías de ver crecer a los pequeños.
Busquemos las alegrías de ver cómo florecen los pequeños.
¿Os habéis dado cuento de esas margaritas chiquitinas que alfombran nuestros campos?
Son chiquitas. Pero son la sonrisa del campo.
¿Seremos capaces de disfrutar viendo la respuesta de la gente sencilla a la palabra de Dios?
Clemente Sobrado C. P.
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