“Jesús atravesaba un sembrado; los discípulos que tenían hambre, empezaron a arrancar espigas y a comérselas. Los fariseos le dijeron: “Mira, tus discípulos están haciendo una cosa que no está permitido en sábado”… “Pues os digo que aquí hay uno que es más que el templo. Si comprendierais lo que significa “quiero misericordia y no sacrificio”, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del Hombre es señor del sábado”. (Mt 12,14-21)
Me gusta el comentario que hace de este Evangelio “Evangelio 2013 C”.
“Si nos damos cuenta, las controversias de Jesús con los fariseos se polarizan generalmente en torno a la ley, los preceptos, sábados. Ellos se fijan en obligaciones, que a veces no son más que preceptos humanos, mientras que Jesús se fija en la dignidad del hombre”.
Vivimos de fijaciones.
Pero todo depende en qué centramos nuestras fijaciones.
El ama de llaves de que habla Bernanos “tenía la fijación de la limpieza de la Iglesia”. Para ella los pecadores no debían entrar y tampoco los de zapatos sucios.
Otros tienen la fijación de “perfeccionismo”.
Otros la fijación del “orden”. Recuerdo una pareja, ambos médicos, que me decían: el único problema que tenemos es que mi mujer tiene la manía del orden y cada mañana me pone todas las fichas tan ordenadas que ya no sé donde está cada cosa”.
Las mujeres, de ordinario, tienen la fijación del “polvo”, son sus peores enemigos.
Claro que otros, como yo, tenemos la fijación del desorden. No me gusta, pero soy campeón del desorden, si no vengan a mi oficina.
Nunca olvidaré aquella noche que un arquitecto me invitó a cenar. La casa era una belleza. Nos pasamos el tiempo ellos dos y yo. Pero yo sentía que aquello no tenía calor y me atrevía a preguntar: ¿Y dónde están los niños?
La respuesta fue inmediata: “Padre no creerá que vamos a tener aquí a los niños. Pero ellos hemos hecho una habitación arriba a donde nadie va”.
La limpieza y belleza de la casa era más importante que la alegría de los niños. Personalmente siempre he preferido la alegría revoltosa de los niños que suena a vida, que la belleza de los muebles.
Los fariseos tenían:
La fijación de las prohibiciones.
La fijación del cumplimiento de la Ley.
La fijación de las purificaciones.
La fijación del descanso sabático.
Los discípulos tenían hambre.
Pues que se la aguanten, pues en sábado no se puede coger espigas para paliarla.
Es más importante el no hacer nada en sábado, que llenar el estómago.
Es más importante el sábado que comerse unas espigas por el camino.
Y esto no es tan viejo, porque también hoy:
Hay quien solo presta atención al pecado. Y se olvida de la gracia.
Hay quien solo ve a Dios como juez. Y se olvida que Dios es amor.
Felizmente, también Dios tiene una fijación maravillosa: El hombre.
La gran fijación de Dios es el hombre y todo hombre.
La fijación de Dios es la dignidad del hombre.,
La fijación de Dios es que el hombre es el valor supremo, incluso por encima de cierto tipo de religión.
A Dios le preocupa más el hombre que la misma Ley.
A Dios le preocupa más el hambre del hombre que la ley del descanso sabático.
A Dios le preocupo más yo que todas las normas legales.
A Dios le preocupo más yo que el sábado o domingo.
Por el hombre Dios lo sacrifica todo.
Por el bienestar y la salud del hombre Dios se olvida del Templo.
La fijación de Dios por el hombre:
Hizo posible la encarnación de su Hijo.
Hizo posible el anuncio del Evangelio.
Hizo posible la misma muerte de su Hijo.
Mientras para los santos fariseos lo más importante era el sábado, para Jesús era más importante el hambre de los suyos.
¡Valórate, de una vez, aunque otros puedan escandalizarse!
Clemente Sobrado C. P.
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