La liturgia diaria meditada - Salieron a su encuentro diez hombres leprosos (Lc 17,11-19) 14/10


Miércoles 14 de Noviembre de 2018
De la feria. 
Verde.

Martirologio Romano: Santa Gertrudis, apellidada “Magna”, virgen, que entregada con mucho fervor y decisión, desde su infancia, a la soledad y al estudio de las letras, y convertida totalmente a Dios, ingresó en el monasterio cisterciense de Helfta, cerca de Eisleben, en Sajonia, de Alemania, donde progresó de modo admirable por el camino en perfección, consagrándose a la oración y contemplación de Cristo crucificado. (c.1256 - c.1302).

Antífona de entrada          Cf. Sal 87, 3
Que mi plegaria llegue a tu presencia, Señor; inclina tu oído a mi clamor.

Oración colecta     
Dios todopoderoso y rico en misericordia, aleja de nosotros todos los males, para que, sin impedimentos en el alma y en el cuerpo, cumplamos tu voluntad con libertad de espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Mira con bondad este sacrificio, Señor, y concédenos alcanzar los frutos de la pasión de tu Hijo, que ahora celebramos sacramentalmente. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.

Antífona de comunión        Cf. Sal 22, 1-2
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas y me conduce a las aguas tranquilas.

Oración después de la comunión
Te damos gracias, Padre, por la eucaristía que nos ha alimentado; imploramos tu misericordia para que, por el Espíritu Santo, quienes recibimos la fuerza de lo alto perseveremos fielmente. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura         Tit 3, 1-7
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a Tito.
Querido hermano: Recuerda a todos que respeten a las autoridades que nos gobiernan, que les obedezcan y estén siempre dispuestos para cualquier obra buena. Que no injurien a nadie y sean amantes de la paz, que sean benévolos y demuestren una gran humildad con todos los hombres. Porque también nosotros antes éramos insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de los malos deseos y de toda clase de placeres, y vivíamos en la maldad y la envidia, siendo objeto de odio y odiándonos los unos a los otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y su amor a los hombres, no por las obras de justicia que habíamos realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos renacer por el bautismo y renovándonos por el Espíritu Santo. Y derramó abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza herederos de la Vida eterna.
Palabra de Dios.

Comentario
“El autor da una lista de los defectos y vicios que los mismos cristianos tuvieron antes de su conversión. Al hacerlo, cumple con dos objetivos. Primero, reconoce que la convivencia con los vecinos es difícil. Segundo, exhorta a los miembros de la comunidad a no usar la mala conducta de los vecinos para fomentar un sentido de superioridad moral porque ellos mismos en el pasado estuvieron en la misma condición que sus vecinos.

Salmo Sal 22, 1-6
R. El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. Él me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.

Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. R.

Aleluya         1Tes 5, 18
Aleluya. Den gracias a Dios en toda ocasión: esto es lo que Dios quiere de todos ustedes, en Cristo Jesús. Aleluya.

Evangelio     Lc 17, 11-19
+Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Mientras se dirigía a Jerusalén, Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: “¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sano, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: “¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?”. Y agregó: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”.
Palabra del Señor.

Comentario
Todos fueron curados, sólo uno transformó completamente su vida. Y era un samaritano, del pueblo al cual se consideraba enemigo, hereje e impuro. Una vez más se constata en el ministerio de Jesús que las personas tenidas por poco piadosas, porque su práctica religiosa no concuerda con la religión oficial, resultan ser las que tienen mayor sensibilidad para descubrir el paso de Dios por sus vidas.

Oración introductoria
¡Gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, por este momento de oración! ¡Gracias por el don de tu amistad, de tu gracia y de tu misericordia! Concédeme que nunca sea un hijo ingrato o indiferente a los innumerables dones que me regalas, como es el poder tener este encuentro de amor contigo en la oración.

Petición
Señor, dame un corazón agradecido, contigo y con los demás.

Meditación 

En tiempos del Señor, los leprosos formaban parte del estamento de los marginados. De hecho, aquellos diez leprosos fueron al encuentro de Jesús en la entrada de un pueblo (cf. Lc 17,12), pues ellos no podían entrar en las poblaciones, ni les estaba permitido acercarse a la gente («se pararon a distancia»).

La gratitud no es sólo un gesto de cortesía y de buena educación en las relaciones sociales. No consiste sólo en decir "gracias", de labios para afuera, a quienes nos han hecho un favor o nos han prestado un buen servicio. La verdadera gratitud es una virtud humana y cristiana sumamente hermosa, que brota desde lo más profundo del corazón. Es la respuesta de las personas nobles ante los beneficios que reciben, porque saben que no se merecen ese servicio de que han sido objeto; reconocen la gratuidad de las atenciones de los demás y se sienten deudoras, desde el fondo de su alma, hacia aquellos que les han mostrado su bondad y benevolencia. Están convencidas de que, si las han ayudado, es por la bondad de esas personas y no porque ellos se lo merecen. Por eso, la gratitud, si es sincera y auténtica, va siempre acompañada de una grandísima humildad y sencillez interior, y sólo se da en las almas grandes y generosas. Por eso es tan admirable encontrarse con una persona verdaderamente agradecida. 

Nuestro Señor también se sorprendió ante la ingratitud de los hombres y se maravilló al constatar que muy pocos saben ser agradecidos. 

Realmente, para ser agradecidos, necesitamos ser humildes. "Uno de ellos -nos narra el evangelista- viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias". Una persona orgullosa o autosuficiente es incapaz de estos gestos de reconocimiento. Sólo quien se siente indigno de tan gran beneficio, puede también sentirse deudor, y dar gracias a Dios por tamaña bondad y misericordia.

¿Somos nosotros personas agradecidas? ¿Sabemos reconocer y dar gracias a Dios nuestro Señor, desde lo más profundo de nuestro corazón, todos los dones y beneficios que nos concede a cada rato? ¿Estamos de verdad convencidos de que no merecemos tanta bondad de parte de Dios, y que todo lo que tenemos es sólo porque Él es inmensamente generoso con nosotros?

¿Imitamos al leproso curado, que vuelve a Jesús para darle gracias? ¿cómo agradecemos a Jesús el gran don de la vida, propia y de la familia; la gracia de la fe, la santa Eucaristía, el perdón de los pecados...? ¿No nos pasa alguna vez que no le damos gracias por la Eucaristía, aun a pesar de participar frecuentemente en ella? La Eucaristía es —no lo dudemos— nuestra mejor vivencia de cada día.

¡Cuántas veces sucede que, en vez de darle gracias por lo que tenemos, nos quejamos por aquello de lo que carecemos! O, en lugar de sentirnos inmensamente felices por lo que nos regala, nos quejamos amargamente porque debería concedernos también otras cosas.

Yo no creo que actuamos así por malicia. Lo que pasa es que somos a veces tan descuidados en nuestro trato con Dios que, en vez de valorar y de agradecer sus dones, nos comportamos como hijos caprichosos, pensando que todo se nos debe. "Todo es gracia" -nos dice san Pablo - y no se debe nada a nuestros méritos. Si Dios nos diera sólo aquello que se nos debe en justicia, seríamos unos pobres desgraciados y unos pordioseros toda la vida.

Propósito

Ojalá que de hoy en adelante seamos más agradecidos con Dios nuestro Señor y con todas aquellas personas que nos hacen algún favor. Pero conscientes de que la gratitud, si es genuina, nos debe llevar también a compartir con los demás las cosas que Dios nos regala con tanta generosidad.

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06:53

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