Las Sagradas Escrituras en la noche de este mundo se nos encienden a modo de lámparas para que no quedemos en tinieblas.
Leyendo esas escrituras noto cómo vuestros sentimientos se elevan junto con los míos hacia las cosas celestiales; pero un cuerpo corruptible hace pesada el alma y esta mansión de tierra oprime el espíritu fecundo en pensamientos.
Ha llegado ya el momento en que yo tengo que dejar el Libro Santo y vosotros tenéis que regresar cada uno a sus ocupaciones. Hemos pasado un buen rato disfrutando de una luz común, nos hemos llenado de gozo y alegría, pero aunque nos separemos ahora unos de otros, procuremos no separarnos de Dios.
(Tratado sobre el Evangelio de San Juan 35,8-9)
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