La liturgia diaria meditada - Mi Casa será Casa de oración (Lc 19,45-48) 23/11



Viernes 23 de Noviembre de 2018
De la feria.
San Clemente I, papa y mártir

Martirologio Romano: San Clemente I, papa y mártir, tercer sucesor del apóstol san Pedro, que rigió la Iglesia romana y escribió una espléndida carta a los corintios, para fortalecer entre ellos los vínculos de la paz y la concordia. Hoy se celebra el sepelio de su cuerpo en Roma († c. 101).IV Papa de la Iglesia Católica


Antífona       Cf. Jer 29, 11. 12. 14
Dice el Señor: “Yo tengo designios de paz y no de aflicción. Invóquenme y los escucharé y pondré fin a su cautiverio”.

Oración colecta     
Señor y Dios nuestro, concédenos vivir siempre con alegría bajo tu mirada, ya que la felicidad plena y duradera consiste en servirte a ti, fuente y origen de todo bien. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:           de san Clemente I

Dios todopoderoso y eterno, que eres admirable en tus santos, concédenos celebrar con alegría la fiesta de san Clemente, sacerdote y mártir de tu Hijo, quien dio testimonio, con su muerte, de los misterios que celebraba y confirmó, con su ejemplo, lo que predicaba con su palabra. Por nuestro Señor Jesucristo...

Oración sobre las ofrendas        
Concédenos, Señor, que esta ofrenda sea agradable a tus ojos, nos otorgue la gracia de servirte con amor, y nos obtenga los gozos eternos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 72, 28
Mi dicha es estar cerca de Dios, y poner mi refugio en el Señor.

Oración después de la comunión

Después de haber recibido los dones pascuales te pedimos humildemente, Señor, que la Eucaristía que tu Hijo nos mandó celebrar en su memoria aumente la caridad en todos nosotros. El que vive y reina por los siglos de los siglos.

Lectura        Apoc 10, 8-11
Lectura del libro del Apocalipsis.
Yo, Juan, oí la voz que me habló nuevamente desde el cielo, diciéndome: “Ve a tomar el pequeño libro que tiene abierto en la mano el Ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra”. Yo corrí hacia el Ángel y le rogué que me diera el pequeño libro, y él me respondió: “Toma y cómelo; será amargo para tu estómago, pero en tu boca será dulce como la miel”. Yo tomé el pequeño libro de la mano del Ángel y lo comí: en mi boca era dulce como la miel, pero cuando terminé de comerlo, se volvió amargo en mi estómago. Entonces se me dijo: “Es necesario que profetices nuevamente acerca de una multitud de pueblos, de naciones, de lenguas y de reyes”.
Palabra de Dios.

Comentario
“Una vez revelados estos acontecimientos, Juan tiene que anunciarlos. Su conocimiento es dulce, pero su aceptación implica una laboriosa interiorización. No siempre el plan de Dios agrada a quien lo anuncia ni a sus destinatarios, y así lo experimentaron los profetas del Antiguo Testamento”.

Sal 118, 14. 24. 72. 103. 111. 131
R. ¡Dulce es tu palabra para mi boca, Señor!

Me alegro de cumplir tus prescripciones, más que de todas las riquezas. Porque tus prescripciones son todo mi deleite, y tus preceptos, mis consejeros. R.

Para mí vale más la ley de tus labios que todo el oro y la plata. ¡Qué dulce es tu palabra para mi boca, es más dulce que la miel! R.

Tus prescripciones son mi herencia para siempre, porque alegran mi corazón. Abro mi boca y aspiro hondamente, porque anhelo tus mandamientos. R.

Aleluya        Jn 10, 27
Aleluya. “Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Lc 19, 45-48
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Jesús, al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: “Está escrito: ‘Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones’”. Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
Palabra del Señor.

Comentario
“Cueva de ladrones” no es una referencia a negociados o transacciones económicas (fraudulentas o no). Pero esta frase nos hace pensar en tramas oscuras, traiciones y pérdida de un proyecto de amor y de servicio. Según las palabras de Jesús, el templo puede ser signo de una estructura religiosa que no vive la voluntad de Dios.

Oración introductoria
Señor, así como purificaste el templo de Jerusalén, te suplico vengas hoy a este encuentro en la oración para que me muestres qué tengo que expulsar de mi vida para quedar purificado, reconciliado, digno de Ti, porque anhelo que vengas hacer en mí tu morada. 

Petición
Espíritu Santo, ilumina mi entendimiento para conocer la voluntad divina sobre mí. 

Meditación 

Hoy, el gesto de Jesús es profético. A la manera de los antiguos profetas, realiza una acción simbólica, plena de significación de cara al futuro. Al expulsar del templo a los mercaderes que vendían las víctimas destinadas a servir de ofrenda y al evocar que «la casa de Dios será casa de oración» (Is 56,7), Jesús anunciaba la nueva situación que Él venía a inaugurar, en la que los sacrificios de animales ya no tenían cabida. San Juan definirá la nueva relación cultual como una «adoración al Padre en espíritu y en verdad» (Jn 4,24). La figura debe dejar paso a la realidad. Santo Tomás de Aquino decía poéticamente: «Et antiquum documentum / novo cedat ritui» (Que el Testamento Antiguo deje paso al Rito Nuevo»).

El Rito Nuevo es la palabra de Jesús. Por eso, san Lucas ha unido a la escena de la purificación del templo la presentación de Jesús predicando en él cada día. El culto nuevo se centra en la oración y en la escucha de la Palabra de Dios. Pero, en realidad, el centro del centro de la institución cristiana es la misma persona viva de Jesús, con su carne entregada y su sangre derramada en la cruz y dadas en la Eucaristía. También santo Tomás lo remarca bellamente: «Recumbens cum fratribus (…) se dat suis manibus» («Sentado en la mesa con los hermanos (…) se da a sí mismo con sus propias manos»).

En el Nuevo Testamento inaugurado por Jesús ya no son necesarios los bueyes ni los vendedores de corderos. Lo mismo que «todo el pueblo le oía pendiente de sus labios» (Lc 19,48), nosotros no hemos de ir al templo a inmolar víctimas, sino a recibir a Jesús, el auténtico cordero inmolado por nosotros de una vez para siempre (cf. He 7,27), y a unir nuestra vida a la suya.

El pasaje de hoy nos muestra una cara de Jesús muy sorprendente. Tras haber llorado por Jerusalén, parece contradictorio contemplar un primer momento de ternura y otro de dureza casi seguidos en el tiempo. 

Los sumos sacerdotes, los escribas y notables del pueblo saben muy bien de qué se trata todo esto y quieren quitarlo de en medio, que no les paralice ni boicotee sus negocios.

Parece que Jesús se enfada con mercaderes y vendedores, y en parte es así. Pero su enfado no viene por su profesión, su enfado no va dirigido a los de fuera del templo, va dirigido a los de dentro. Esto que parece una apreciación sin importancia la tiene y mucha, pues el mensaje que Jesús quiere transmitir va encaminado a cada uno de nosotros. Sí, a cada uno de los cristianos que vamos a visitar el templo, a cada uno de los sacerdotes y religiosos que sirven de manera especial al Señor y a cada uno de los que llevan la iglesia con una responsabilidad mayor y de dirección. El mensaje es único: " mi casa es casa de oración ". ¿Qué querrá decirnos Jesús con esto? Quizás esté pensando en las personas que muchas veces usamos la iglesia como medio para nuestros intereses, quizás esté pensando en cada hijo suyo que frecuenta los sacramentos y no se acaba de convencer de que lo importante verdaderamente es servir sin ser visto, sin sacar tajada, sin que nadie lo note. 

A la Iglesia hemos de acudir con la confianza de un niño pero con un corazón que ore, que busque el encuentro verdadero con Dios, y no con los hermanos que pueden terminar en negociaciones ajenas al dueño de la casa. La Iglesia indudablemente es un misterio, y está llena de humanidad, y cuenta con fallos humanos. 

Lo que estaba prefigurado en el antiguo Templo, está realizado, por el poder del Espíritu Santo, en la Iglesia: la Iglesia es la "casa de Dios", el lugar de su presencia, donde podemos hallar y encontrar al Señor; la Iglesia es el Templo en el que habita el Espíritu Santo que la anima, la guía y la sostiene. Si nos preguntamos: ¿dónde podemos encontrar a Dios? ¿Dónde podemos entrar en comunión con Él a través de Cristo? ¿Dónde podemos encontrar la luz del Espíritu Santo que ilumine nuestra vida? La respuesta es: en la Iglesia. Aquí encontraremos a Jesús, al Espíritu Santo y al Padre.

Con nuestra vida sincera y sencilla y nuestra actitud orante formamos también esa otra Iglesia: la Iglesia de los Santos, la Iglesia que es camino de Salvación, la Iglesia compañera nuestra en la gran aventura de encontrarnos con Dios.

Propósito
Acudir a la Iglesia con la confianza de un niño, pero con un corazón que ore, que busque el encuentro verdadero con Dios. 

Diálogo con Cristo 
¡Gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, por este momento de oración! ¡Gracias por el don de tu amistad, de tu gracia y de tu misericordia! No quiero escatimar esfuerzo alguno por crecer en mi vida de oración, con tu gracia, lo podré lograr. 

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04:43

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