He leído las noticias sobre el nuevo escándalo de la Iglesia en Alemania: esto ya empieza a parecerse a algunas escenas de El día de la marmota. No creo que este bucle periodístico-temporal se acabe con el Papa secuestrando a la marmota y tratando de estrellarse a toda velocidad en la furgoneta con ella a bordo. Pero sí que se lograría mucho si el colegio de cardenales se reuniera en Roma para visionar la película y hacer una tormenta de ideas después.
Yo hasta ahora no creía en los zombies, pero he cambiado de opinión: nuestros muertos reviven, una y otra vez, y nos están devorando. Las noticias en la televisión y los periódicos parecen la típica versión freudiana en la que nuestros traumas más oscuros reviven continuamente sin que puedan ser definitivamente cancelados ni con cárcel ni con indemnizaciones ni con medidas que ofrecen resultados.
Lo repito, estas noticias-zombies vuelven a perseguirnos con sus hambrientos brazos dirigidos hacia nosotros y nosotros corremos y corremos. Pero ya lo decía el Papa: El tiempo es más grande que el espacio. Quizá por eso, en esta versión de Regreso al futuro, no importa lo raudas que sean nuestras piernas en esta pesadilla. Recordemos que en esa película en realidad se regresa al pasado, como los obispos actuales.
Ni la prisión ni los resultados ni nada nos pueden librar de estas partes oscuras de la historia. No descarto que hayamos caído en un ciclo de eterno retorno nitzscheano en el que Tántalo se vea obligado a hacer declaraciones oficiales vaticanas hasta el siglo XXII o XXIII.
Nuestro presidente Sánchez, para acabar con la pedofilia, está rumiando con su almohada la posibilidad de quitarnos las catedrales. En fin, pase lo que pase, menos mal que ya se ha pasado el calor de agosto; eso sí que era agobiante.
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