“Lo que es imposible es imposible y además no puede ser”: Ya lo dijo el clásico, aunque como es lógico, no estuviese hablando del CV II. Los griegos, casi cinco siglos adC, expresaron lo mismo -más o menos-, aunque con otras palabras: “lo que es es, lo que no es no es".
¿Que lo que es puede dejar de serlo? Sí. ¿Que lo que no es puede llegar a ser? Sí, claro. Pero eso no invalida nada de lo que afirmar categóricamnete: que entre “ser” y “no ser” -la nada- no hay ningún punto de contacto, ni lo puede haber: es imposible que una cosa “sea” y “no sea” a la vez y bajo el mismo aspecto. ¡Imposible! Y lo mismo pasa con la “verdad” y la “mentira", con lo “bueno” y lo malo", con estar en gracia de Dios o en pecado mortal. Es que no hay forma de casar entre sí las realidades contrarias y “encontradas".
Y perdón si me he alargado con la entradilla.
La (mal, ¡muy mal!) llamada “cultura moderna” -que es una auténtica “contracultura": su negación-, pretende deshacer toda esta conquista intelectual y moral, sin la cual -sin el respeto al ser y a la verdad de las cosas, y a la capacidad humana para conocer lo que las cosas son- estaríamos aún al nivel de las vacas: no habríamos salido del prado, y estaríamos pastando tan ricamente. Y lo del paseo por la luna, por ejemplo, no habría existido, ni de lejos. Ni nadie estaría leyendo esto.
Durante el CV II, y también tras él, hubo voces -no podían por menos- que advirtieron, mostraron y demostraron que se estaba rompiendo la continuidad “en” la Iglesia Católica. Y, como consecuencia absolutamente necesaria, también “de” la Iglesia Católica. Como ha sido y está siendo: hoy no es que sea un clamor a voces, es que es patética y trágicamente patente tal “desgracia": por no calificar el actual “espectáculo” con palabras más gruesas. Que podría.
También hubo intentos, posteriores, de explicar e intentar armonizar los contrarios. El más notable ha sido sin duda el del papa Benedicto XVI con su distinción -y denuncia, por cierto- de las dos “hermenéuticas” enfrentadas desde hacía tiempo: la de “la ruptura” y la de “la continuidad". Pero, a lo que se está viendo -y en contra de su posición que es de peso indidablemente-, está ganando la pimera -la ruptura- y por goleada. En mi opinión, por supuesto, y juzgando, claro, y valorando lo que está sucediendo, tanto a nivel doctrinal como al nivel práctico.
Y no me salgo del Evangelio, al contrario. Lo denuncia Jesús: No se echa vino nuevo en odres viejos, (…) ni se pone un temiendo nuevo en una tela vieja. El resultado, además de cantado, es trágico. Un auténtico desastre, porque es resultado es el contrario al que se esperaba.
Por poner algún ejemplo y aterrizar, que es sanisimo: que no se trata de “hablar por hablar” -otra de las “malas notas” -en concreto: suspenso y con un CERO- de la “cultura moderna", fruto del haber rechazado la admiración y el respeto al “ser” y a la “verdad” de las cosas, y por haber también desconfiado -o rechazado sin más- la capacidad, más aún: la “vocación” del hombre para buscarlas, alcanzarlas y trasnmitirlas.
Por ejemplo. ¿Hay ruptura o continuidad entre Familiaris consortio y Amoris laetitia? Por citar dos documentos reveladores y de total actualidad que versan, además, sobre lo mismo: el Matrimonio y la Familia. Realidades con los que, no solo la sociedad y el mundo entero, sino la misma la Iglesia Católica -y sus hijos- nos jugamos el todo: el “ser” o el “no ser” católicos.
Y yendo a un tema incluso de mayor actualidad: ¿hay continuidad o ruptura entre la firma con los comunistas chinos del “acuerdo” para el “nombramiento” de obispos, y la postura anterior de la Iglesia? Para aclarar: no es mero “nombramiento” de obispos: eso lo será para el gobierno chino; pero la Iglesia Católica no “nombra” obispos, sino que “los consagra” con la plenitud del Sacerdocio Católico que instituyó Jesucristo. Por tanto, “nombrar” y “consagrar” al no estar en el mismo plano, no pueden depender uno del otro; y mucho menos lo mayor de lo menor: ahí saltan los plomos; como sí dependen, por ejemplo, la Ordenación sacerdotal del estar bautizado, o lo de ser varón para ser sacerdote: las mujeres no caben y no es ningún desdoro, como no lo es para un varón no dar a luz o, para una mujer, no poder dejar a nadie embarzado.
Ni podía faltar el tema de los abusos sexuales a menores por parte del clérigos y religiosos: ¿En el seno de la Iglesia, hay continuidad o hay ruptura entre la concepción de la homosexualidad de hace treinta o cuarenta años -recogida en el CIC- y la de ahora mismo, con el tipejo ese -¡enviado especial y personal del Vaticano!- dando un mitin arcoiris o rosa en una JMF. ¿Hubo ruptura o continuidad entre la concepcion del sacerdocio y del sacerdote fruto del CV y la concepción anterior? ¿Y con la propia concepción del papel y la misión de los obispos con lo de las Conferencias Episcopales? ¿Y con el papel y la misión de la Iglesia con el mundo? Así podríamos seguir…
Pero a lo que vamos.
El CV II supuso -es- una ruptura con la acendrada doctrina católica, con las Verdades de Fe, con el Magisterio precedente, con la Concepción y Disciplina de los Sacramentos, con el “enroque” en el papel de la Teología y la Pastoral, con la Didáctica de la Formación y de la Cultura católica a todos los niveles, con la concepción del ecumenismo y de las relaciones de la Iglesia Católica no solo con las otras religiones sino hasta con los ateos -vease masones, marxistas, etc-, con la Economía de la Salvación, con la Diaconía de la Verdad, con la necesidad -ya no, a lo que parece- de la Misión y las Misiones de la Iglesia con/frente al mundo, etc.
El CV II fue -porque lo ha supuesto: lo ha concebido, lo ha trabajado y, luego, lo ha puesto en marcha- la “Contrarreforma -¡desde la misma basílica de San Pedro, en Roma!- de la propia Contrarreforma del Concilio de Trento", del que no está quedando ni un solo sillar en pie o en su sitio, ni una sola coma sin tocar. Y si quizá al principio -en los primeros años tras el CV II- no era fácil de verlo así, hoy hay que estar ciego para no verlo, sordo para no “oírlo", y mudo para no decir ni pio al respecto. Bueno, hay que estar simplemente “muerto"; o agonizante, como mínimo.
Por tanto: cualquier intento de casar, armonizar, interpretar, cohonestar, comprender, etc., el “antes” y el “después” del mismo es mero “funanbulismo", o pura “teología ficción o de rodillas", o -¡esto sí!- pura “pastoral voluntarista", sin ningún fundamento doctrinal: mucho menos, revelado y entregado por Cristo a “su” Iglesia.
Claro que el CV tuvo sus cosas buenas también -aunque muy pocas- y de calado, o de gran calado incluso. Por ejemplo, todo el tema del papel y de la misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, como nos escribió al respecto, con valentía y grandísima ilusión, el papa san Juan Pablo II. Pero no ha calado casi nada, o más bien poco, porque en la Iglesia se perdió el “oremus” con las cuestiones de la progrez eclesial. Y no se puede casar la “ideología” de la progrez con la Verdad Revelada. Es imposible.
Con todo, tengo la esperanza de que, lo mismo que algunas CE están saliendo de sus conejeras y están declarando -la última, por ahora, la alemana- que “no han sabido” o “no han podido” entrarle al tema de la pederastia y los abusos de menores -¿cómo iban a saber, si habían puesto, o consentido que se puesiesen, todos los medios para que pasaran estas cosas, a las claras o sin enterarse demasiado?-, vayan saliendo también las declaraciones públicas de culpabilidad en temas mucho más importantes que este para el presente y el futuro de la Iglesia Católica.
Con una advertencia: que las declaraciones de culpabilidad no arreglan nada; simplemente son un reconocimiento del mal hacer episcopal en tantos lugares del mundo católico en relación al tema. Y hacen muy bien en darse golpes de pecho, y hacen muy mal en esparcir la porquería “a todos": algo muy de la impresentable cultura actual, moderna y progre, de la que no se han librado ni los obispos. Pero, sin ir a las causas y poner allí el remedio, no se arregla nada, por muy contrito que se esté, particularmente o en comandita y en Conferencia.
Vamos a seguir rezando, que tema hay.
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