La liturgia diaria meditada - ¿Quién dice la gente que soy yo? (Lc 9,18-22) 28/09



Viernes 28 de Septiembre de 2018
De la feria. Verde.
San Lorenzo Ruíz y comps. mrs.

El nombre de Lorenzo Ruiz, padre de familia, nacido en Manila en el suburbio de Binondo, encabeza la gloriosa legión de estos mártires, de diversas edades y condición: dos religiosos hermanos, dos vírgenes consagradas, tres laicos y nueve presbíteros, entre ellos el jefe de la misión, el dominico Antonio González. Ellos contribuyeron a difundir la fe cristiana en las islas Filipinas, Formosa y el archipiélago japonés. Todos ellos murieron en Nagasaki en 1637 y fueron canonizados por san Juan Pablo II el 18 de octubre de 1987.

Martirologio Romano: San Wenceslao, mártir, duque de Bohemia, que, educado por su abuela santa Ludmila en sabiduría divina y humana, fue severo consigo, pacífico en la administración del reino y misericordioso para con los pobres, redimiendo para ser bautizados a esclavos paganos que estaban en Praga para ser vendidos. Después de sufrir muchas dificultades en gobernar a sus súbditos y formarles en la fe, traicionado por su hermano Boleslao fue asesinado por sicarios en la iglesia de Stara Boleslav, en Bohemia (929/935).

Antífona de entrada         
Yo soy el Salvador de mi pueblo, dice el Señor. Lo escucharé cuando me invoque en su angustia y seré su Señor para siempre.

Oración colecta     
Dios nuestro, que estableciste el fundamento de la ley divina en el amor a ti y al prójimo, concédenos que, cumpliendo lo que mandas, merezcamos alcanzar la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:     de san Lorenzo Ruiz y comps.

Señor y Dios nuestro, para poder servirte a ti y al prójimo concédenos la constancia de tus santos mártires Lorenzo Ruiz y compañeros, pues los que son perseguidos por causa de la justicia alcanzan la felicidad en tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo…

Oración sobre las ofrendas        
Acepta con bondad, Señor, las ofrendas de tu pueblo, y, por medio de este sacramento celestial, haz que se haga vida en nosotros cuanto proclamamos por la fe. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 118, 4-5
Tú promulgaste tus mandamientos para que se cumplieran íntegramente. Ojalá yo me mantenga firme en la observancia de tus preceptos.

Oración después de la comunión

Te pedimos, Padre, que acompañes siempre con tu auxilio a los que alimentas con tus sacramentos, para que en estos misterios recibamos los frutos de la redención y la conversión de nuestra vida. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Ecl 3, 1-11
Lectura del libro del Eclesiastés.
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para nacer y un tiempo para morir, un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado; un tiempo para matar y un tiempo para sanar, un tiempo para demoler y un tiempo para edificar; un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar; un tiempo para arrojar piedras y un tiempo para recogerlas, un tiempo para abrazarse y un tiempo para separarse; un tiempo para buscar y un tiempo para perder, un tiempo para guardar y un tiempo para tirar; un tiempo para rasgar y un tiempo para coser, un tiempo para callar y un tiempo para hablar; un tiempo para amar y un tiempo para odiar, un tiempo de guerra y un tiempo de paz. ¿Qué provecho obtiene el trabajador con su esfuerzo? Yo vi la tarea que Dios impuso a los hombres para que se ocupen de ella. Él hizo todas las cosas apropiadas a su tiempo, pero también puso en el corazón del hombre el sentido del tiempo pasado y futuro, sin que el hombre pueda descubrir la obra que hace Dios desde el principio hasta el fin.
Palabra de Dios.

Comentario
El sabio invita a mirar la vida serenamente y a reconocer el tiempo apropiado para cada cosa. Sin absolutizar ninguna situación, porque todo tiende a su equilibrio. También en esto se hace patente la sabiduría creadora de Dios, porque “él ha hecho todas las cosas apropiadas a su tiempo”.

Sal 143, 1a. 2-4
R. ¡Bendito sea el Señor, mi Roca!

Bendito sea el Señor, mi Roca, él es mi bienhechor y mi fortaleza, mi baluarte y mi libertador; él es el escudo con que me resguardo. R.

Señor, ¿qué es el hombre para que tú lo cuides, y el ser humano, para que pienses en él? El hombre es semejante a un soplo, y sus días son como una sombra fugaz. R.

Aleluya        Mc 10, 45
Aleluya. El Hijo del hombre vino para servir y dar su vida en rescate por una multitud. Aleluya.

Evangelio     Lc 9, 18-22
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.
Un día en qué Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. “Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?”. Pedro, tomando la palabra, respondió: “Tú eres el Mesías de Dios”. Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: “El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús corrige las expectativas de su pueblo. Él no es ninguno de los profetas resucitado, ni un mesías que vendría de modo glorioso. Su mesianismo es desde el dolor y la cruz. Un mesianismo incompresible e inesperado, aún hoy para nosotros.

Oración Introductoria 
Señor Jesús, el Evangelio en muchas ocasiones menciona cómo sabías darte el tiempo y buscabas el mejor lugar para hacer oración. Ayúdame a aprender de Ti, que sepa darle siempre prioridad a mi oración. 

Petición 
Jesús, dame la luz y la fuerza para convertirme en un verdadero hombre/mujer de oración. 

Meditación  

Hoy, en el Evangelio, hay dos interrogantes que el mismo Maestro formula a todos. El primer interrogante pide una respuesta estadística, aproximada: «¿Quién dice la gente que soy yo?» (Lc 9,18). Hace que nos giremos alrededor y contemplemos cómo resuelven la cuestión los otros: los vecinos, los compañeros de trabajo, los amigos, los familiares más cercanos... Miramos al entorno y nos sentimos más o menos responsables o cercanos —depende de los casos— de algunas de estas respuestas que formulan quienes tienen que ver con nosotros y con nuestro ámbito, “la gente”... Y la respuesta nos dice mucho, nos informa, nos sitúa y hace que nos percatemos de aquello que desean, necesitan, buscan los que viven a nuestro lado. Nos ayuda a sintonizar, a descubrir un punto de encuentro con el otro para ir más allá...

Hay una segunda interrogación que pide por nosotros: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Lc 9,20). Es una cuestión fundamental que llama a la puerta, que mendiga a cada uno de nosotros: una adhesión o un rechazo; una veneración o una indiferencia; caminar con Él y en Él o finalizar en un acercamiento de simple simpatía... Esta cuestión es delicada, es determinante porque nos afecta. ¿Qué dicen nuestros labios y nuestras actitudes? ¿Queremos ser fieles a Aquel que es y da sentido a nuestro ser? ¿Hay en nosotros una sincera disposición a seguirlo en los caminos de la vida? ¿Estamos dispuestos a acompañarlo a la Jerusalén de la cruz y de la gloria?

«Es un camino de cruz y resurrección (...). La cruz es exaltación de Cristo. Lo dijo Él mismo: ‘Cuando sea levantado, atraeré a todos hacia mí’. (...) La cruz, pues, es gloria y exaltación de Cristo» (San Andrés de Creta). ¿Dispuestos para avanzar hacia Jerusalén? Solamente con Él y en Él, ¿verdad?

¿Quién dicen los hombres que soy? Es una pregunta que aún hoy nos hace Cristo a cada uno de los que profesamos el nombre de cristianos. Esa vez fue dirigida a los apóstoles y causó el mismo impacto que si nos la dijera hoy Jesús a nosotros. Ellos, que habían escuchado sus palabras, habían dejado todo por seguirlo, nunca se habían cuestionado sobre quién era "realmente" aquel Hombre que podía dominar la naturaleza y que curaba a los enfermos y perdonaba los pecados. 

Ante la primera pregunta muchos respondieron de inmediato: que Juan el Bautista, que alguno de los profetas… Y vosotros, ¿quién decís que soy? Sólo ahora se quedaron estupefactos. No se lo habían planteado jamás. ¿Cómo era posible que no supieran quién era? Ocurre que muchos católicos tras años de bautizados, y después de haber visto la acción de la gracia tan patente por los sacerdotes, tampoco saben "realmente" quién es Él. Porque es una pregunta que se responde de corazón a corazón, no de un frío libro a una también fría mente. Cristo pregunta y lo hace porque desea que lo conozcamos de verdad. 

Demasiado a menudo la gracia del bautismo se deja un poco aparte y nos encerramos en nuestros pensamientos, en nuestras cosas. A veces pensamos: “No, nosotros somos cristianos: hemos recibido el bautismo, nos hemos confirmado, hemos hecho la primera comunión… y así el carnet de identidad está bien. Y ahora, dormimos tranquilos: somos cristianos”. Pero "¿Dónde está esta fuerza del Espíritu que te lleva adelante? ¿Somos fieles al Espíritu para anunciar a Jesús con nuestra vida, con nuestro testimonio y con nuestras palabras? Pensemos en nuestro bautismo, en la responsabilidad de nuestro bautismo. 

Sólo el bueno e intrépido de Pedro responderá justamente: Tú eres el Cristo. Porque se ha dejado llevar de la inspiración del Espíritu, él que será la Piedra de la Iglesia. ¿Sabemos quién es Cristo? Respondámosle sin miedo en la intimidad de la oración de corazón a Corazón. 

Propósito 
Esforzarme por tener a Cristo como el criterio de mis decisiones e imitar su estilo de vida. 

Diálogo con Cristo 
Jesucristo, lo primero que debo de buscar, si quiero ser feliz, es vivir centrado en Ti, eso es lo esencial de mi vida. Tengo que arraigarme en Ti y corresponder generosa y alegremente a tu infinito amor. Te pido tu gracia para saber vivir en el amor al saberte reconocer en los acontecimientos, buenos y malos, de este día. 

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