Como este es un blog de impresiones, sentimientos, anécdotas, episodios y pensamientos (y algunas cosas más), dejadme compartir mis opiniones sobre el tema iniciado ayer. Opiniones sueltas, nada estructurado.
El Palacio de Buckingham siempre me ha parecido, arquitectónicamente, una masa gris anodina. Que siglos después de Andrea Palladio se sigan construyendo ese tipo de obras insulsas me parece incroyable; o como dirían los alemanes, unglaublich.
La Casa Blanca no es para echar cohetes. Nueva York tiene mansiones en Manhattan que son obras maestras. Pero justamente un edificio tan icónico como la Casa Blanca es decididamente insulso. Estados Unidos tiene unas casas señoriales sureñas tan bonitas; y, en general, considero que tiene las casas familiares más bonitas del mundo. Pero la Casa Blanca, no.
Ya que ayer toqué el tema de los proyectos arquitectónicos de Hitler, diré algo más. Hitler como arquitecto era un cero a la izquierda. Todas esas maquetas que vemos en los documentales eran obra de Albert Speer y solo de Albert Speer. Y si lo hubiera llevado a cabo, el centro de Berlín se hubiera parecido a un barrio soviético de oficinas: ni hubiera sido impresionante ni colosal. Hubiera sido una mera sucesión de edificios como el edificio del Ministerio del Aire de Goebbels. En Estados Unidos se llevaba mucho tiempo construyendo de un modo moderno y bellísimo. Pero Albert Speer o no lo sabía o no supo imitarlo.
Respecto a París, tanto el Louvre, como Versalles, Los Inválidos y tantos otros edificios del mismo estilo padecen de la misma enfermedad: algo no por ser más grande es más bonito. Cosa que ya que descubrieron los griegos en la época de Pericles.
Esos edificios del llamado “estilo clásico francés” no entusiasman a nadie. Una obra es muy buena cuando todo el mundo hace versiones de ella, aunque sean pésimas versiones: da lo mismo si es El Guernica, el Partenón, la Gioconda, el Coliseo, el David de Miguel Ángel, lo que sea. De los edificios franceses de ese tipo nadie ha hecho imitación alguna. Uno los mira y tiene la impresión de encontrarse ante un estilo indefinido. Es un estilo identificable, pero indefinido.
El Panteón de Roma es perfecto. Mientras que al Palacio del Presidente de Francia le puedes añadir otro patio, otra ala, otro piso de altura, lo que quieras, nadie va a notar que es una añadidura.
Todos coincidimos en la belleza suprema del Castillo de Osaka, del Alcázar de Segovia, de Neuchwanstein, del Alcázar de Granada; incluso, en su estilo, La Ciudad Prohibida es magistral. ¿Por qué los grandes edificios icónicos del Poder suelen ser tan poco relevantes en casi todos los países? Es un misterio.
Yo siempre he sido un demócrata. Pero la única razón que haría que yo tomara en mis manos el poder absoluto oprimiendo a un pueblo sería por razones arquitectónicas.
Sería implacable. Especialmente con el clero.
Sería implacable. Especialmente con el clero.
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